V
Coloquio de Historia Regional y Local Falconiana. Grupo
Tiquiba. Pueblo Nuevo de Paraguaná. 2001.
XX aniversario del Grupo Tiquiba. Décimo Encuentro Presencia Puntual de los Amigos. Pueblo Nuevo de Paraguaná, estado Falcón. 21 al 28 de agosto de 2005.
Seminario
“Memoria patrimonial del estado Falcón”, dictado en la Casa de
la Diversidad Cultural del estado Falcón. La Vela de Coro, 25
de abril de 2013.
Prof.
Dra. Blanca De Lima
CIHPMA-UNEFM
Prof.
Arqº Marcia López
CIAAP-UNEFM
INTRODUCCIÓN
La
primera vez que se leyó este texto fue a invitación del Prof. Isaac
López. Con el título de «Nuestros padres caquetíos», fue
presentado en el V Coloquio de Historia Regional y Local Falconiana,
en el año 2001.
En
una segunda ocasión, acudimos invitados nuevamente por Isaac para
ampliar el horizonte del trabajo. El texto
fue presentado en el XX aniversario del Grupo Tiquiba. Décimo
Encuentro Presencia Puntual de los Amigos. Pueblo Nuevo de Paraguaná,
estado Falcón. 21 al 28 de agosto de 2005. Se
le hicieron modificaciones de fondo y de forma, en las que el aporte
de la investigación arqueológica fue fundamental. Lamentablemente,
el avance de la arqueología sobre el estudio de los caquetíos ha
sido muy escaso, cuando no inexistente, en los últimos años. Por
ello, hoy por hoy en Falcón no tenemos un cuerpo de conocimientos
sobre nuestra historia prehispánica que pueda decirnos todo cuanto
quisiéramos saber de los pobladores ancestrales de estas tierras.
En
abril del año 2013, en el marco del seminario “Memoria patrimonial
del estado Falcón”, dictado en la Casa de la Diversidad Cultural
del estado Falcón, nuevamente se hizo su lectura, con pequeñas
adiciones de información.
En
esta ponencia se vierten datos y resultantes de los estudios
realizados por diversos investigadores, buscando obtener un compendio
actualizado que será de alto valor e interés para los docentes e
investigadores que se quieran asomar a los tiempos en que los
caquetíos dominaban el mar y las tierras de lo que hoy es el estado
Falcón.
Los
caquetíos y el mar
La
costa falconiana siempre ha sido un lugar de pesca. Y al decir
siempre nos referimos a -por lo menos- 12.000 años antes de Cristo.
Hablamos de la época -el Pleistoceno- cuando por aquí pasaban
megaterios y gliptodontes, cuando las manadas de mastodontes comían
en estos mismos parajes. Por aquel tiempo, además de la megafauna,
habitaban aquí bandas nómadas humanas probablemente especializadas
en la caza de grandes animales, recolección de frutos y otros bienes
silvestres necesarios para la vida. Las costas de Falcón, ya para
entonces, eran tan áridas como ahora. Pero el nivel del mar era
inferior al actual, y en las llanuras que hoy están cubiertas por el
mar crecían gramíneas y selvas de galería en las cuales hombres y
animales luchaban por subsistir.
Vestigios
de aquella cultura se han localizado en El Camare, La Laguna y El
Jobo, identificados como sitios de taller; y Muaco, Taima Taima y
Cucuruchu, descritos como sitios de de matanza de grandes animales1.
Corresponden a la época del Paleo-indio. Hace 8000 años,
aproximadamente, el hemisferio norte sufrió cambios climáticos
definitivos; los cascos polares se deshielaron, el nivel del mar
subió y el clima se tornó cálido. La megafauna, a consecuencia de
esto y por su incapacidad para adaptarse, sucumbió. El
hombre, más adaptable, aprendió a cazar animales mucho más
pequeños, a recoger los mismos y los nuevos bienes silvestres, y a
pescar. El gran invento del Paleo-indio fue la punta de proyectil en
forma de dardo y el propulsor, antecedentes del arco y la flecha.
A lo largo del Meso-indio (5000-1000 a.C) los grupos de recolectores marinos, nuestros ancestros, se extendieron rápidamente y cubrieron las costas desde Paria hasta Paraguaná. En nuestra tierra abundan los restos dejados por ellos 4000 años antes de Cristo2.
A lo largo del Meso-indio (5000-1000 a.C) los grupos de recolectores marinos, nuestros ancestros, se extendieron rápidamente y cubrieron las costas desde Paria hasta Paraguaná. En nuestra tierra abundan los restos dejados por ellos 4000 años antes de Cristo2.
Durante
el primer milenio después de Cristo, en la época Neo-india, los
recolectores marinos que poblaban las costas falconianas fueron
influidos por los llamados dabajuroides, provenientes de la hoya del
lago de Maracaibo. Los dabajuroides prosiguieron con el control de la
navegación que habían aportado los recolectores marinos, como lo
indica en el rastro arqueológico la presencia de pesas de red y
artefactos de hueso probablemente asociados al ámbito marino, como
agujas quizás usadas para hilar redes, puntas alargadas y puntas de
lanzas, tal vez relacionadas con la pesca3. En su proceso
de expansión y evolución, estos pueblos navegaron mar adentro,
llegando hasta Curazao, Aruba, Bonaire y el archipiélago de Las Aves
de sotavento4.
Los
indígenas tenían diversas formas de pesca. La más elemental era a
base de flechas o arpones; se hacían faenas nocturnas utilizando
antorchas cuya luz atraía a los peces, que flechaban o arponeaban.
Cuando los cardúmenes eran muy grandes y se acercaban a la costa,
los caquetíos se tiraban al mar, en filas que avanzaban gritando y
apaleando el agua, formando un círculo dentro del cual quedaban
atrapados los azorados peces, que sólo atinaban a nadar enloquecidos
dentro del círculo de muerte, hasta llegar cerca de la playa, donde
finalmente los atrapaban en grandísimas cantidades. Finalmente
estaban las embarcaciones marinas y las redes. Las primeras eran
pequeñas canoas al parecer con el fondo plano, pero con una eslora y
una capacidad de carga suficientes para resistir con éxito los
embates del mar. Conocían los canaletes y las velas. En cuanto a las
redes, las tenían hechas de algodón y otras fibras vegetales,
siendo pequeñas, de hasta un centenar de metros, usando guijarros
como pesas y totumas y calabazas para suspender la parte superior
flotando. Con ellas capturaban -sobre todo en las zonas de manglar-
peces, iguanas y reptiles5.
Es
este mar el que recorrerá el capitán Alonso de Ojeda retomando la
ruta ya conocida por Colón. Ojeda se extendió navegando sobre el
contorno de las costas de tierra firme y sus islas cercanas; así
conoció Margarita y Maracapana, cabo Codera hasta La Vela de Coro,
en donde viró para encontrarse con Curazao y Aruba, desde donde
llegó hasta cabo San Román; el punto más septentrional de la
península de Paraguaná -a la que creyeron otra isla- tocando por
último el golfo de Venezuela y la península de la Goajira.
Comenzaba
la conquista de Venezuela. En oriente se inició con la explotación
de los bancos perleros, sobre todo los de Cubagua. Los indios
hicieron una fuerte resistencia, y una vez esclavizados murieron por
millares. Pero en lo que hoy es el estado Falcón no había placeres
perlíferos, ni minas, ni especias. Aquí la resistencia al europeo
fue mucho menor, y esencialmente provino de los pueblos indígenas de
la tierra adentro. Este fue lugar de paso, punto de tránsito en la
búsqueda del mítico mar del Sur. Cuando Carlos V cedió este
territorio a los Welser, estos se sirvieron de Coro y la costa para
iniciar exploraciones tierra adentro, mismas que permitieron conocer
el sur-oeste de Venezuela, llegando hasta lo que hoy es Bogotá,
Colombia.
En
los testimonios de la conquista encontramos referencias a la pesca
india. Siempre la misma visión, un mar abundante en pesca, un pueblo
que consumía y ofrecía al forastero toda clase de pescados,
notables por su calidad además de su cantidad. Juan de Castellanos
menciona en sus Elegías a la costa coriana: «Abundantísima
de toda caza: Hay perdices, conejos y venados, y grande pesquería
de pescados»6. Nicolás Federmann escribió en su
Historia Indiana: «Al día siguiente llegamos al caserío
citado, donde los habitantes nos esperaban con toda clase de
pescados, que tenían en cantidad y bueno,...»7.
Los
caquetíos, o los que de ese pueblo sobrevivieron al etnocidio,
fueron fieles aliados de la corona hasta el final de la colonia,
siendo una de sus principales contribuciones el resguardo y defensa
de las costas, que conocían mejor que nadie, y en las que fungían
como centinelas permanentes; patrullaje de extrema utilidad si
recordamos la siempre viva amenaza de invasiones piratas que
mantuvieron en vilo a Coro durante buena parte del período colonial.
Fue de especial importancia esta vigilancia indígena en la costa
occidental de Paraguaná y en La Vela de Coro. Un ejemplo de esta
actividad se ha rescatado por memoria oral. Se cuenta que a comienzos
del siglo XIX las milicias de Moruy y Santa Ana estaban bajo la
jefatura del coronel Miraya, quien en 1806, cuando Miranda desembarcó
en el puerto de La Vela, llamó a los milicianos indígenas,
concurriendo 1200 indios de Santa Ana y 800 de Moruy8.
Otra actividad económica que potenció la importancia de la pesca para los pobladores de la costa, y esta se dio sobre todo en Paraguaná, aunque se repitió en otros puntos de la costa, fueron las salinas. La sal servía para conservar el pescado, ello influyó sobre el comercio de este producto hacia el interior del territorio caquetío. Igualmente, los españoles hicieron uso del inmenso potencial de las salinas paraguaneras, cuyo comercio alcanzó hasta los llanos venezolanos.
Otra actividad económica que potenció la importancia de la pesca para los pobladores de la costa, y esta se dio sobre todo en Paraguaná, aunque se repitió en otros puntos de la costa, fueron las salinas. La sal servía para conservar el pescado, ello influyó sobre el comercio de este producto hacia el interior del territorio caquetío. Igualmente, los españoles hicieron uso del inmenso potencial de las salinas paraguaneras, cuyo comercio alcanzó hasta los llanos venezolanos.
Sin
embargo, por abundante que fuera la captura llevada a cabo por los
caquetíos durante la colonia, esta actividad no fue la más
importante, sino un mero complemento. La economía española se
levantó sobre los hatos. La pesca siempre tuvo una importancia
secundaria. Sirvió, básicamente, para alimentación de los
pobladores de la costa que intercambiaban los excedentes por bienes
con los hatos o las ciudades.
La herencia del mar caquetío fue destruida desde la misma época colonial, ya que de ser una actividad primordial pasó a ser, y así se ha mantenido hasta hoy, como muy secundaria. El pescador artesanal, heredero del aporte caquetío, se vio influenciado por nuevos usos y costumbres en torno al mar, que se correspondieron con los nuevos patrones económicos; así, el palangre, la nasa, el motor fuera de borda, las rastropesca y la pesca de nuevas especies, entre otros, generaron cambios definitivos; Alí Brett Martínez así lo relata en su obra Suriquiva Mar Afuera:
La herencia del mar caquetío fue destruida desde la misma época colonial, ya que de ser una actividad primordial pasó a ser, y así se ha mantenido hasta hoy, como muy secundaria. El pescador artesanal, heredero del aporte caquetío, se vio influenciado por nuevos usos y costumbres en torno al mar, que se correspondieron con los nuevos patrones económicos; así, el palangre, la nasa, el motor fuera de borda, las rastropesca y la pesca de nuevas especies, entre otros, generaron cambios definitivos; Alí Brett Martínez así lo relata en su obra Suriquiva Mar Afuera:
Los
americanos están desviando a nuestros pescadores hacia la captura de
especies marinas que jamás habían comerciales en estas costas. La
gente de la playa sube todos los días al Campamento con sartas de
langostas. El lenguado, llamado antes tapaculo, nunca se comió en
Suriquiva. Ahora es uno de los platos favoritos de los americanos,
por eso la gente quiere dedicarse exclusivamente a la pesca de
langostas y lenguados, en vez de la lisa, el jurel y el carite,
pescados de gran utilidad comercial9.
Finalmente,
la migración masiva y el reacomodo en el campo laboral causados por
la explotación petrolera hicieron abandonar la pesca y el campo.
Conucos y aperos fueron olvidados. Hoy, la pesca artesanal
paraguanera se ahoga entre el intermediarismo y las agresivas
técnicas de pesca a gran escala.
Los
caquetíos y la tierra
El
barro
Los
llamados dabajuroides aportaron a esta región su cultura alfarera.
Una vez llegados a estas costas formaron con los que aquí habitaban
una nueva y más compleja cultura, donde destacó el manejo del
barro.
La
alfarería de la serie Dabajuro, ubicada cronológicamente entre el
600 y el 1600 d.C., se distribuye en todo el estado Falcón y en las
antillas Neerlandesas. Ha sido clasificada por los arqueólogos en
dos grandes grupos: burdo y fino. El burdo constituido por grandes
vasijas cuya técnica decorativa predominante es la plástica
(corrugaciones, incisiones, aplicaciones). La alfarería burda
incluye ollas de diversas formas y boca amplia, grandes recipientes
semiglobulares, budares y aripos. Bases redondeadas o anulares,
bordes multiacintados y asas verticales en rodete. La función de
estos útiles era culinaria. La alfarería fina incluye jarras, boles
que podían ser trípodes o carecer de patas, tinajas elipsoidales,
potizas globulares o carenadas con pitorros, vasijas-efigies con
vertederos biomorfos, y cuencos abiertos. Este grupo cerámico se
caracteriza por el uso de la pintura policroma como técnica
decorativa, asociada a motivos geométricos donde la presencia de la
decoración en forma de clavo es un elemento diagnóstico, ya que
esta es exclusiva del estilo Dabajuro. Hay bases de distintas formas
y abundan el borde hueco-sonajero y las asas verticales a modo de
«ojos». Esta alfarería se asocia al almacenamiento de líquidos y
servicio de alimentos10.
El
barro también encontró su expresión funeraria en diversos tipos de
entierros, como los cuencos con tapa, ollas invertidas cubriendo el
cuerpo acuclillado, urnas familiares e individuales de formas
globulares, figurillas de cerámica, vasijas-ofrenda y
micro-vasijas11.
Los
primeros exploradores de la Provincia de Coro, Juan de Ampiés y su
hijo entre ellos, encontraron el poblado caquetío de Miraca; que
junto con otros se integró a la política llevada por Ampiés y
Manaure. Para 1530, Nicolás Féderman cruzó «el pueblo llamado
Miraca» en su ruta hacia Coro, donde los indios «nos recibieron
bien y donde encontramos lo necesario»12. También Juan
de Castellanos en sus Elegías mencionó a Miraca entre los
pueblos encontrados en las exploraciones españolas.
Miraca
fue sometida, como toda la provincia de Coro, al saqueo y etnocidio
producto de la conquista europea; pero persistió como poblado
caquetío, quizás favorecida por su proximidad a Adícora, pequeño
pero importante puerto del oriente falconiano debido a su cotidiano
enlace con las Antillas holandesas, ya que era punto nodal de la ruta
del contrabando de importación procedente de esas islas.
Esta
coyuntura y la persistencia de una producción locera y alfarera,
terminó generando un mercado natural para la loza de Miraca, que se
cotizaba en el plano costero falconiano y en las Antillas holandesas.
La memoria oral conserva el recuerdo del comercio de loza con la isla
de Aruba a principios del siglo XX13.
Persiste
Miraca como un centro de preservación del quehacer locero
prehispánico caquetío heredado, quizás, de los dabajuroides; y que
se revela, por ejemplo, en la técnica del enrrollado, exactamente
igual a la que trajeran los dabajuroides. Lamentablemente, los
procesos comerciales y la presión del consumidor han inducido a las
loceras y loceros de Miraca a modificar su producción, orientándose
hacia técnicas y objetos ajenos a la herencia caquetía; en
consecuencia, la técnica del enrrollado y sus tradicionales envases
y decorados corren peligro de desaparecer si no se logra fortalecer
para ella y los objetos que se le asocian un nicho en el mercado que
permita su revalorización.
Economía,
política y sociedad
La
arqueología no ha logrado establecer la sucesión habida entre los
dabajuroides y los arawacos occidentales, grupo al cual pertenecen
los caquetíos. Pero lo cierto es que estos lograron imponerse
progresivamente en una amplia zona hacia los comienzos de la era
cristiana. Muchos caquetíos vivían en comunidades semipermanentes
sedentarias, estables durante la mayor parte del año y con baja
densidad poblacional.
El
registro arqueológico ha permitido establecer una distribución
espacial amplia de los grupos portadores de la cerámica Dabajuro,
siendo las costas falconianas su área predominante de
asentamiento14. Específicamente en la península de
Paraguaná han sido ubicados –aunque muy poco explorados- una gran
cantidad de sitios arqueológicos asociados a este estilo. Entre
ellos Miraca, Pueblo Nuevo, Muchuruca y La Rinconada. Estos
generalmente se ubican al pie del cerro de Santa Ana, y
probablemente su ubicación tenga un significado ritual o
mágico-religioso, tal como se ha logrado identificar en los
asentamientos Dabajuros localizados recientemente en la costa este
del estado Falcón, en el marco del proyecto
«Arqueología de Rescate en el Área de Afectación del
Proyecto ICO PDVSA Gas», donde los poblamientos montañeros parecen
estar asociados a actividades de recolección y procesamiento de
recursos vegetales y a prácticas funerarias15.
Para el momento del arribo de los europeos, los caquetíos de Coro y Paraguaná habían evolucionado hacia comunidades centro nucleares simples, plenamente sedentarias, con cultura agroalfarera y cierto nivel de complejidad. Su agricultura utilizaba sistemas de riego y el grano básico era el maíz. Para los caquetíos ubicados en el plano costero la pesca era una actividad esencial. Otras actividades fueron la fabricación de alfarería, además de la cestería, tejidos de algodón y fibra de palma, canoas y adornos corporales hechos en base a materiales como conchas marinas de diversos tamaños y colores, oro, tiras de algodón y plumas de aves; de los cuales Titus Neukomm hijo prolija descripción en su carta del año 153516.
Para el momento del arribo de los europeos, los caquetíos de Coro y Paraguaná habían evolucionado hacia comunidades centro nucleares simples, plenamente sedentarias, con cultura agroalfarera y cierto nivel de complejidad. Su agricultura utilizaba sistemas de riego y el grano básico era el maíz. Para los caquetíos ubicados en el plano costero la pesca era una actividad esencial. Otras actividades fueron la fabricación de alfarería, además de la cestería, tejidos de algodón y fibra de palma, canoas y adornos corporales hechos en base a materiales como conchas marinas de diversos tamaños y colores, oro, tiras de algodón y plumas de aves; de los cuales Titus Neukomm hijo prolija descripción en su carta del año 153516.
El
cultivo del maíz y otros productos como la batata, yuca, algodón y
ají, fue apoyado por sistemas de captación de lluvia, los llamados
jagüeyes o bucos; y de riego, como las acequias del río Coro,
considerado otro rasgo andino de cultura y reportados en el siglo XVI
por el obispo Ballesteros, quien escribió: «Los indios
antiguamente, tenían hecha una represan, que ellos llaman buco, a
una legua del río arriba que lo atraviesa, y en frente de la
represa, sacada una asequia del largo de dos leguas y que en partes
llevaba de hondo dos estados, por donde el agua del río se lleva a
la ciudad de Coro y se riegan gran cantidad de tierras...»17.
Los
dabajuroides manejaron el árido espacio costero y establecieron en
él numerosos centros poblados que llegaron a la época Indo-hispana,
como Capatárida, Zazárida, Cumarebo, Guaibacoa, Tomodore y
Miraca18.
Su
comercio incluía el intercambio con pueblos de distinto hábitat,
como el montañoso. La sal, el pescado seco, la alfarería y otros
objetos eran intercambiados por productos del interior como el oro y
el tabaco, de gran valor social y ceremonial. Titus Neukomm escribió:
«Y el de los más nobles, lleva un pedazo de oro en forma de un
animal o de una persona, colgado de las orejas y alrededor del brazo;
y también un collar de oro»19. Sus redes comerciales
penetraban por el sur alcanzando los ríos Turbio y Yaracuy. Antonio
de Naveros escribió que los caquetíos utilizaban como moneda unas
conchas marinas tan pequeñas como la cabeza de un alfiler, con las
cuales hacían collares20. También practicaron el
comercio de esclavos, prisioneros de guerra, con sus vecinos, los
caribes, a cambio de sal y hayo, planta de la familia de la coca que
se masticaba junto a una cal proveniente de conchas marinas
pulverizadas, la cual ayudaba a liberar el alcaloide, y que era
utilizada por los caquetíos de la costa para mitigar el hambre y la
sed en jornadas prolongadas21.
Debido
a sus avances, la densidad poblacional era mayor a la de otros grupos
aborígenes, y en lo político habían logrado imponerse los
caquetíos del norte imponerse, concentrando las mejores tierras y
manteniendo belicosas relaciones con sus vecinos. Los caquetíos
lograron replegar a jirajaras y ayamanes hacia la serranía, y para
el momento del contacto con los europeos se encontraban en una fase
expansiva tanto en lo territorial como comercial, así como de
cambios profundos en su estructura de poder.
A
la llegada de los europeos existía una estructura social
diversificada, que se revela en la presencia del boratio y el
cacique, los esclavos, ritos funerarios destinados a personajes de
alta jerarquía, festividades en relación con el matrimonio, entre
otros. De todo ellos hablan cronistas, historiadores y antropólogos.
El rastro arqueológico y las crónicas han permitido esbozar la
organización aldeana caquetía, integrada por viviendas aglomeradas
en torno a espacios abiertos o patios comunes, habitando en una sola
casa hasta ocho familias, lo cual permite suponer la presencia de la
familia extendida y la matrilinealidad22.
La
extraordinaria memoria oral y el trabajo de campo del Dr. Ángel
Maduro, proto arqueólogo e historiador falconiano, han rescatado
recuerdos de parte de la vida social caquetía, que por su interés
se transcriben en su totalidad:
Desde
los doce años se guarda la niña hasta los 18, que era el tiempo que
los indios creían, podían casarse; esta contrata la hacían los
padres de los que querían unirse, y celebraban las bodas con un
mejurque de cocuy horneado y estrujado para hacer el aguardiente y se
emborrachaban, los hombres lo tomaban puro y las mujeres con agua,
fuera de un regalo que hacía el novio a los padres de la joven sin
esto, no había matrimonio, el indio se llevaba a su mujer y todos
formaban una llantería, familiares e invitados, puesto esto era
ceremonia de la llora en señal de cariño. El nacimiento del niño
era celebrado con borrachera. El bautizo. En el mismo momento lo
entregaban al ídolo que cada cual adoraba23.
Las
figuras del cacique y el boratio fueron fundamentales en la
organización caquetía. El cacique, máxima autoridad, intervenía
en la producción y distribución de bienes, y representaba los
intereses del colectivo ante situaciones bélicas, conformándose
como mando único, centralizado y temporal, ya que su poder cesaba al
terminar el conflicto. El boratio o piache -sacerdote, en el
pensamiento europeo- fungía como poder intermediario entre los
hombres y las divinidades. Eran particularmente importantes el sol y
la lluvia, así como los fenómenos naturales, a quienes se les
rendía culto. El boratio intervenía en rituales de curación,
prácticas adivinatorias, ritos de fertilidad y entierros, entre
otros.
El
dato histórico ha permitido inferir a los especialistas que para el
momento del arribo de los europeos se estaba produciendo un cambio en
esta estructura de poder hacia una concentración exacerbada de mando
en la figura del cacique, surgiendo el diao, quien comenzaba a tener
poderes mágico-religiosos y a recibir tratamiento de deidad,
desplazando a la figura del boratio o piache; proceso que, en todo
caso, cercenó la conquista24.
Los
caquetíos se aproximaron a los europeos sin belicismo, y Manaure, el
diao, pactó con Juan de Ampiés hijo una política de convivencia
que no tuvo buen destino, ya que los caquetíos no escaparon al
saqueo y etnocidio que imperó en la región coriana durante el siglo
XVI. El mestizaje inició su camino y el Coro caquetío dio paso al
Coro mestizo. Quienes sobrevivieron a la matanza quedaron reducidos a
pueblos de encomienda, de doctrina y repartimientos. El
territorio caquetío se llenó de pueblos de doctrina, dieciséis en
total: Mapubares, Jacura, Cumarebo, Carrizal, Guaibacoa, Acurigua,
San Luis de Cariagua, Santa Ana, Moruy, Pecaya, Mapiare, Pedregal,
Mitare, Zazárida, Capatárida y Borojó.
La tierra, propiedad ancestral de los caquetíos, quedó clasificada durante la colonia en terrenos compuestos, tierras indígenas y ejidos, sufriendo con ello los habitantes originarios un primer despojo de su territorio. En Paraguaná, las llamadas tierras indígenas correspondían a los resguardos de los indios caquetíos de Moruy y Santa Ana25. A lo largo de los siglos XVI a XIX les fue arrebatada. La investigación ubica el primer gran procedimiento fraudulento en el mismo siglo XVI, cuando Miguel Arias Vaca compró las sabanas de Roncador, Urraque, Cayerúa y Jurijurebo, desalojando pueblos, forzando decretos y logrando con ello que tierras indígenas pasaran a ser realengas26. La memoria oral conservó parte de este traumático suceso: «Estas tierras fueron de un señor La Vaca, compró a Güeque, la Sierra, la península de Paraguaná, y muerto él, lo heredaron dos hijas, una llamada Yolanda, quien fue muy mala, mandaba soltar su ganado para perjudicar en sus sembrados a los indios y los hacía sufrir grandes martirios»27. A comienzos del s. XVIII se completó el proceso de despojo de las tierras indígenas: «Sólo en un año, 1716, se duplica la extensión de la propiedad privada de la tierra en la península, a costa de los indios». No cesó esta actividad incluso con la República, y en pleno siglo XIX, los caquetíos de Santa Ana fueron despojados de miles de hectáreas de El Rodeo, mismas que fueron destinadas a pagar haberes militares al coronel Monzón en 183228.
Perdida la compenetración con la tierra tras siglos de despojo, a los que se sumaron las migraciones y cambios en el uso de la tierra; hoy la tenencia de la tierra en Paraguaná sigue una dinámica totalmente ajena a lo que fuera en el pasado caquetío.
La tierra, propiedad ancestral de los caquetíos, quedó clasificada durante la colonia en terrenos compuestos, tierras indígenas y ejidos, sufriendo con ello los habitantes originarios un primer despojo de su territorio. En Paraguaná, las llamadas tierras indígenas correspondían a los resguardos de los indios caquetíos de Moruy y Santa Ana25. A lo largo de los siglos XVI a XIX les fue arrebatada. La investigación ubica el primer gran procedimiento fraudulento en el mismo siglo XVI, cuando Miguel Arias Vaca compró las sabanas de Roncador, Urraque, Cayerúa y Jurijurebo, desalojando pueblos, forzando decretos y logrando con ello que tierras indígenas pasaran a ser realengas26. La memoria oral conservó parte de este traumático suceso: «Estas tierras fueron de un señor La Vaca, compró a Güeque, la Sierra, la península de Paraguaná, y muerto él, lo heredaron dos hijas, una llamada Yolanda, quien fue muy mala, mandaba soltar su ganado para perjudicar en sus sembrados a los indios y los hacía sufrir grandes martirios»27. A comienzos del s. XVIII se completó el proceso de despojo de las tierras indígenas: «Sólo en un año, 1716, se duplica la extensión de la propiedad privada de la tierra en la península, a costa de los indios». No cesó esta actividad incluso con la República, y en pleno siglo XIX, los caquetíos de Santa Ana fueron despojados de miles de hectáreas de El Rodeo, mismas que fueron destinadas a pagar haberes militares al coronel Monzón en 183228.
Perdida la compenetración con la tierra tras siglos de despojo, a los que se sumaron las migraciones y cambios en el uso de la tierra; hoy la tenencia de la tierra en Paraguaná sigue una dinámica totalmente ajena a lo que fuera en el pasado caquetío.
CONCLUSIONES
La herencia caquetía pervive, esencialmente, en factores identitarios de orden histórico y en diversos elementos de orden cultural, como los relacionados con la alimentación y la pesca, la alfarería, el bahareque y los ricos y llamativos topónimos. Escasamente hay narraciones que remitan al pasado pre hispánico o a lo indígena. Una revisión de las Memorias del V Coloquio de Historia Regional y Local Falconiana (2001), dedicado a los pueblos de Paraguaná, permite pulsar estos aspectos; encontrándose apenas aislados relatos, como las leyendas de la princesa indígena Ana, la de la serpiente emplumada o la cueva encantada29.
No podemos olvidar que la lengua madre fue olvidada, que de los usos y costumbres en el área social nada fue salvaguardado, mucho menos en el plano religioso. Que toda la estructura económica fue trastocada y suprimida al pasar a pueblos de doctrina, repartimientos o encomiendas. El sentido de cohesión lo dio, por siglos, la tierra en proceso progresivo de despojo, la estructura jerárquica local de la colonia, con algunas autoridades de origen indígena, y los sitios de asentamiento, fuertemente relacionados con un posicionamiento socio-étnico. La visual indígena como elemento identitario regional fue arraigada por la historia oficial, más que en la idea de un conglomerado de pueblos, en el manejo de la figura de Manaure, el diao.
En el marco de una historia que nazca en las comunidades y se consolide en las comunidades; en el uso de la historia regional, local y la microhistoria como espacios de investigación válidos y necesarios en la construcción de nuestras identidades; hoy por hoy, el rescate, salvaguarda y conservación del patrimonio arqueológico y la investigación en las áreas de la historia y la prehistoria resultan fundamentales para obtener una más rica y compleja visión de nuestro pasado caquetío.
La herencia caquetía pervive, esencialmente, en factores identitarios de orden histórico y en diversos elementos de orden cultural, como los relacionados con la alimentación y la pesca, la alfarería, el bahareque y los ricos y llamativos topónimos. Escasamente hay narraciones que remitan al pasado pre hispánico o a lo indígena. Una revisión de las Memorias del V Coloquio de Historia Regional y Local Falconiana (2001), dedicado a los pueblos de Paraguaná, permite pulsar estos aspectos; encontrándose apenas aislados relatos, como las leyendas de la princesa indígena Ana, la de la serpiente emplumada o la cueva encantada29.
No podemos olvidar que la lengua madre fue olvidada, que de los usos y costumbres en el área social nada fue salvaguardado, mucho menos en el plano religioso. Que toda la estructura económica fue trastocada y suprimida al pasar a pueblos de doctrina, repartimientos o encomiendas. El sentido de cohesión lo dio, por siglos, la tierra en proceso progresivo de despojo, la estructura jerárquica local de la colonia, con algunas autoridades de origen indígena, y los sitios de asentamiento, fuertemente relacionados con un posicionamiento socio-étnico. La visual indígena como elemento identitario regional fue arraigada por la historia oficial, más que en la idea de un conglomerado de pueblos, en el manejo de la figura de Manaure, el diao.
En el marco de una historia que nazca en las comunidades y se consolide en las comunidades; en el uso de la historia regional, local y la microhistoria como espacios de investigación válidos y necesarios en la construcción de nuestras identidades; hoy por hoy, el rescate, salvaguarda y conservación del patrimonio arqueológico y la investigación en las áreas de la historia y la prehistoria resultan fundamentales para obtener una más rica y compleja visión de nuestro pasado caquetío.
NOTAS
1 Oliver, J. y Alexander, Ch.
(2003). Ocupaciones Humanas del pleistoceno Terminal en el Occidente
de Venezuela. En: Maguaré. 17: 83-246.
2 Irving
Rouse y José Ma. Cruxent (1963). Arqueología de Venezuela.
Caracas, ediciones Vega, cap. 4.
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19 Neukomm en Gabaldón, Ob.
cit., p. 410.
20 Joaquín Gabaldón, Ob.
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21 Castellanos, Ob. cit.,
segunda parte, introducción; Fernández de Oviedo y Valdez en Pedro
Manuel Arcaya (1977). Historia del estado Falcón. Caracas, edición
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22 Oliver (1996). Arte
prehispánico…, p. 12; Federman en Gabaldón, Ob. cit., p.
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23 Ángel Maduro, Ob. Cit.
24 Sanoja y Vargas, Ob. cit.,
p.190.
25 Carlos González (1999).
Tierras de Falcón. Paraguaná. Tomo I. Coro, edición Gobierno del
estado Falcón-CIHPMA/UNEFM, p. 11.
26 Ibídem, p. 13.
27 Ángel Maduro, Ob. Cit.
28 Carlos González, Ob.
Cit., p. 15.
29 Oneida Valles (2005). Santa
Ana de Paraguaná y su historia. En: Memorias del V Coloquio de
Historia Regional y Local Falconiana. Dedicado a los Pueblos de
Paraguaná. Co-edición Asoc. Civil Complejo Cultural Josefa
Camejo-Biblioteca Oscar Beaujón-Instituto de Cultura del Mpo.
Falcón-Fundación Cultural Josefa Camejo-Asoc. Civil Nuevo
Amanecer-Grupo Tiquiba-Distrito Escolar Nº 8, Falcón, pp. 269-274.
8 comentarios:
Saludos Dra, Blanca, estoy investigando sobre palabras de nuestros indios Caquetios que hayan quedado en la cultura de Paraguaná, no solo en ciudades sino en animales, plantas y expresiones, quería saber si había alguna fuente que me recomendara consultar, la felicito por su artículo, es sumamente interesante. Sofia.
Es recomendable consultar al Dr. Pedro Manuel Arcaya. En su libro "Obra inédita y dispersa", publicado por la Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda en 1995, hay algunos textos de él que tocan el tema de las lenguas aborígenes en Coro. Es un libro que no se encuentra a la venta, lo puede consultar en la Biblioteca del Centro de Investigaciones Históricas Pedro Manuel Arcaya (Coro), Biblioteca Oscar Beaujón (Coro). Tal vez haya ejemplares en la Biblioteca Nacional. Saludos.
Muchísimas Gracias!
Excelente artículo, me gustó mucho. Mi interés en el tema es principalmente genealógico puesto que con lo que he investigado, descubrí que mi apellido Yajure es de origen caquetío. Me gustaría saber algunas cosas, como hasta donde se extendía el territorio de los caquetíos, llegaba hasta el norte del Estado Lara hasta el territorio Ayamán y luego volvía a entrar a Lara para tomar el Valle de Barquisimeto?. Supongo que mi apellido y otros indígenas de la zona son también caquetíos, Timaure, Manaure, Guarecuco, Camacaro, Guasimucaro, aunque también uno que otro puede ser ayamán, jirajara o gayón. Mi investigación más que ser solo de mi familia se centra en todo el apellido, unir a todo el apellido en un solo árbol, por lo que conocer acerca de los caquetíos es importante para mi. Gracias por la información, feliz día.
Dra. Blanca, muchas gracias por su interesante trabajo. Quien subscribe es profesor del Departamento de Ciencias de la Tierra, del Instituto Pedagógico de Caracas. Desde hace algún tiempo he estado trabajando sobre la historia paleoambiental del golfete de Coro y estoy interesado en conversar con usted. En tal sentido agradecería si puede enviarme su dirección de correo electrónico. Saludos cordiales, Maximiliano Bezada ( mbezada1919@gmail.com )
Excelente articulo, aunque difiero, en la vision de ese espacio fisico.La Nacion caquetia se extendia hasta Apure, desde el Lago de maracaibo, la costa de paraguana y el rio Yaracuy. Era una Nacion, magnifica, de gente maravillosa y mujeres muy hermosas.No era en ningun modo, uan tribu pequeña, ni mucho menos.
Saludos
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