Ponencia presentada en:
IX Jornada de Investigación y docencia en la Ciencia de la Historia
Universidad Centro Occidental Lisandro Alvarado
Barquisimeto, estado Lara, Venezuela
25-28 de julio del 2001
Introducción
Pareciera estéril hablar de industrialización en la región coriana, por tradición historiográfica asociada a reducidas actividades de exportación y a la importación soportada en el contrabando. No había habido hasta este aporte aproximación alguna a procesos económicos distintos a aquellos que han contribuido a crear un discurso histórico de menguadas dimensiones sobre su historia económica y social.
La aproximación a los procesos de industrialización que se dieron en la ciudad de Coro, independiente a su éxito o fracaso como proyectos individuales o de clase, permite conocer una historia compleja, donde los planos económicos se sobreponen, pugnan y se contradicen, para generar en su devenir cambios de forma y fondo en la composición social de la región y en los capitales y razones sociales que tuvieron como sede, durante el lapso que ocupa a esta investigación, a la ciudad de Coro.
Los componentes del proceso
El entramado social
La Guerra de independencia y la Guerra federal trastocaron las relaciones productivas en la región coriana. Los grandes apellidos asociados a la plantación serrana y al esclavismo se dispersaron. El surgimiento de una miríada de pequeños propietarios y de nuevos grandes propietarios marcó la región.
Un campo con baja productividad, pobre inversión en capital y recursos técnico-productivos. Una pléyade de pequeños propietarios orgánicamente débiles, sujetos a las condiciones que imponía el comerciante asentado en Coro. Una ciudad más fuerte que el campo, donde había echado raíces un grupo de comerciantes respaldados por sus iguales de Curazao: los sefarditas, descendientes de aquellos que vivieran los motines antijudíos de 1831 y 1855; para fines del siglo XIX en franco proceso de cambio cultural y asimilación a la sociedad venezolana.
Este cambio profundo en la tenencia de la tierra y la recomposición de las clases sociales sentó el germen para la formación del mercado interno y vio transitar, en la ciudad de Coro, el capital comercial a capital industrial y financiero durante el último cuarto del siglo XIX.
La transición del comercio a la industrialización tuvo que superar diversos obstáculos, uno de ellos la liberación de la mano de obra otrora atada al campo. El campo comenzó a alimentar a la ciudad de mano de obra atraído por la agitación comercial del plano costero, esencialmente del eje Coro-La Vela. La población serrana bajó de las áreas donde estuviera circunscrita por siglos; así como población de origen caquetío, venida del occidente del estado. Esta población fue recurso humano que el campo transfirió al sector terciario y a la industria que llegó a formarse en Coro y que ocupa a este trabajo.
El mercado interno
El segundo obstáculo era el mercado interno. Una economía débil, autárquica, no favorecía los intentos de industrialización. La ruptura de la autarquía, la sujeción del pequeño consumidor y del pequeño productor al comerciante importador será clave en la formación de este mercado interno. Una hábil gestión comercial logrará integrar este mercado en la región coriana, mercado que permitió primero la consolidación del capital comercial y luego estimuló el surgimiento del industrial. La superación de este obstáculo abrió el paso a transformaciones cualitativas que hicieron posible que la riqueza acumulada en el comercio de exportación-importación se trasladara al capital industrial. Este proceso ocupó el último cuarto del siglo XIX.
Los comerciantes corianos lograron aglutinar una población que pese a su bajo poder adquisitivo y dispersión, como conjunto integraba un brote de mercado interno necesitado y consumidor de mercaderías cuyos precios publicaba la prensa local ya en 1880[1]. En la región coriana existió un comercio que manejó en gran escala la importación de productos de consumo masivo y logró mantener un estable mercado interno sobre la base de artículos como los textiles económicos y de segunda, herramientas agrícolas, harina, manteca, especias, arroz, cerveza, vino dulce y seco y otros productos que entraban por el puerto de La Vela.
El capitalista y sus inversiones
Será hasta el último cuarto cuando las condiciones básicas mínimas para hacer intentos industriales cristalicen en la capital del estado[2]. Un capitalista industrial surge, emergiendo desde el sector comercial exportador-importador. Es un empresario netamente urbano, sin raíces en el campo; más aún, está ligado a la dinámica comercial de la isla de Curazao, ya que casi todos son de origen sefardita, arraigados en Coro pero con fuertes intereses económicos y familiares en la isla holandesa. Su contacto con el campo se reduce a la compra de productos de alta cotización en el mercado internacional.
Es una nueva generación de capitalistas, descendientes de los primeros judíos asentados en el eje Curazao-Coro, con estrechos contactos en Estados Unidos y Europa, políglotas, con educación europea, con una nueva mentalidad a tono con los nuevos tiempos. Correspondió a sus ascendientes el duro trabajo de abrirse camino en tierra firme, aperturar casas comerciales, enfrentar los conflictos y los motines antijudíos que sacudieran a Coro en 1831 y 1855, hasta el presente sólo analizados desde la óptica étnica o religiosa, pero que requieren una aproximación más compleja e integrada, para comprenderlos también como resultados del violento proceso de acumulación que marcó al grupo sefardita en su arraigo en la región coriana, y del que es ejemplo por excelencia en las referencias documentales el caso de Jeudah Senior. A personajes como Jeudah e Isaac Senior y Manasés Capriles correspondió en lo esencial la primera y más dura etapa, a ellos y a sus descendientes la expansión y diversificación de sus intereses económicos.
A estas mentalidades modernas, afianzadas sobre conceptos como progreso, cultura y civilización; les correspondió en su lógico avance captar en su beneficio las nuevas aunque escasas ventajas y oportunidades que estaban a su alcance para convertir el dinero acumulado por sus padres y abuelos en capital industrial. La magna obra de ingeniería representada por el dique de Caujarao, prolegómeno de este intento industrializador, inaugurado por Juan Crisóstomo Falcón en 1866, permitió a estos industriales utilizar la energía del vapor en diversas empresas. Igualmente, estuvieron a la cabeza en el uso del telégrafo, teléfono, cable, máquinas, materias primas y otras tecnologías foráneas que aplicaron a sus negocios fabriles.
El Estado y el entramado legal
Los textos oficiales expresan una preocupación que no tuvo enlace con el hecho real: la necesidad de crear industrias. En el último cuarto del siglo XIX fue usual en las memorias ministeriales encontrar, bajo el halo mágico de la palabra progreso y todo el discurso que ella contenía, ya no simples alusiones, sino apartados dedicados al tema. Y es interesante detectar como entre 1877 y 1898, es decir en casi un cuarto de siglo, los textos no avanzan un paso en torno al tema, que se resume en dos momentos, cada uno con sus ideas centrales. Un primer momento donde se establece el problema y se plantean acciones a emprender: 1) La industria es elemento de progreso y civilización, 2) Sin apoyo del Estado no hay industria, 3) El Estado debe favorecer y proteger las industrias. Un segundo momento, ya culminando el siglo XIX, que expresa ya no el optimismo del comienzo, sino un problema reiterado y la voluntad de una solución : 1) La industria es la base de la riqueza, 2) La república carece de industrias, 3) La escasa industria no exporta, 4) Hay que favorecer las industrias[3].
¿Qué sucedió? Del guzmancismo al final del castrismo transcurrieron casi cuarenta años, en los que el Estado venezolano manejó un doble y notoriamente sesgado discurso: por un lado argumentando la defensa de la industria nacional, por el otro negándole recursos al sector de fomento y obras públicas[4] y estimulando el asentamiento de monopolios extranjeros.
El Estado venezolano, empeñado en una política de puertas abiertas a un capital extranjero que se dedicó a extraer materias primas y ejecutar obras públicas sin sembrar en Venezuela un céntimo de sus ganancias, se negó a sí mismo y a los potenciales capitalistas industriales, la infraestructura mínima requerida: crédito público, sistema impositivo moderno, protección a la industria ...
Al confinar el Estado la dinámica económica a un expolio extranjero que no se interesaba por la producción de bienes sino por la extracción de materias primas, y al mantener en el rezago al sector agrícola, el país se negó a sí mismo la posibilidad de generar un mercado interno vigoroso, que respaldara los intentos de industrialización. La productividad de la mano de obra era baja, los salarios igual y, además, persistían mecanismos atrasados como la pulpería, que impedía al escaso salario alimentar los esfuerzos industriales.
Con todo, en un país sin circunstancias propicias, Coro logró interesantes brotes industriales que, independiente a su éxito o fracaso, se tornan en puntos de referencia fundamentales para comprender la evolución de la economía capitalista nacional. A tono con los cambios mundiales, el capital comercial coriano intentó cambios importantes que dieron origen a nuevos nombres con peso decisivo en la vida regional; se enlazaron el capital comercial, industrial y bancario; despuntando nuevas fuerzas económicas.
La Compañía Jabonera del Estado Falcón, primera industria coriana
Manasés Capriles Ricardo es el empresario ubicado con mayor antigüedad e interés por el sector industrial, al instalar en 1878 una fábrica de jabones con capacidad para producir 250 cajas diarias, gerenciada por José y Abraham Capriles: la "Compañía Jabonera (limitada) del Estado Falcón". El especialista en el proceso de fabricación fue traído de los Estados Unidos[5]. Las fuentes periodísticas indican que fue la primera fábrica que tuvo el estado Falcón, en aquél entonces Sección Falcón del estado Falcón-Zulia. No tenía competencia y fabricaba jabones amarillo, negro y azul superior. Para el año 1880 anunciaba surtido de jabones y velas esteáricas superiores, lo cual indica una expansión y diversificación tempranas que le permitieron avanzar y captar el mercado interno de la Sección Falcón y plazas del estado Lara para dar origen, posteriormente, a un galpón industrial[6].
Un artículo 1881 la describía como una industria en crecimiento, exhortando a su gerente, el Sr. Capriles, y al encargado de la fábrica, el Sr. Litter, a: "... mejorar la condición de esa industria, puede decirse la única que existe en esta Sección"[7]. El éxito debe haber animado a Manasés Capriles a participar en la Gran Exposición Nacional de Artes e Industrias, que con motivo del centenario del natalicio de Bolívar se inauguró el 2 de agosto de 1883 en el edificio anexo a la Universidad Central[8]. La prensa local reseñó la presencia de la Jabonería Falconiana de M. Capriles, con jabón blanco, azul y amarillo de sebo, además de aceite de tártago; hechos con materia prima nacional[9]. El ascenso prosiguió y para el año siguiente otro artículo, titulado “Progreso Industrial II”, la calificó como: “... una de las mejores que existen en el país, tanto por el capital en ella invertido y el número de elementos de que dispone para la buena elaboración de la especie, como por la organización, método y regularidad observados en los trabajos y en la parte económica del establecimiento”[10].
Manases Capriles: de la jabonería al galpón industrial
Su proceso de capitalización debe haber continuado sin mayores obstáculos, ya que con posterioridad a la fábrica de velas, entre 1883-1884 Capriles inauguró la fábrica de aceites, ofertando desde entonces por la prensa jabones, velas esteáricas y aceite de castor[11]. A éstas siguió una fábrica de tabaco manilla y planchita[12]. Se conformó así en forma progresiva un galpón industrial.
El uso de materia prima nacional marcó a estas fabricas. Por vía de anuncios de prensa, los gerentes de la compañía jabonera captaban vendedores de sebo en rama y de aceite y/o semilla de tártago[13], que se empleaban en la fabricación de jabón[14].
Respaldado por el periódico La Industria, Capriles insertó en este bisemanario durante 1884 artículos que comentaban las propiedades medicinales (laxantes) del aceite de castor elaborado por la Cia. Jabonera, considerándolo superior a otros aceites importados[15]. Por su parte, la "Revista del Mercado", del comerciante y comisionista Salomón López Fonseca, apuntaba que la Cia. Jabonera compraría semilla de ajonjolí para extracción de aceite, lo que constituyó una diversificación dentro del ramo aceites, originalmente limitado al de castor[16]. El resultado fue reseñado por la prensa el mismo año, se comentaba la expansión de los cultivos de tártago en diversas zonas del estado (Distritos Cumarebo, Cabure, Pedregal y faldas de la sierra), estimulados por la fábrica de aceites[17].
El galpón continuó su expansión, al anunciarse a mediados de 1884 la llegada de la maquinaria -importada de los Estados Unidos- para el establecimiento de una fábrica de tabaco hueva, que si bien tuvo registro legal por separado operó en el galpón de la Jabonería[18]. Fue ésta la primera fábrica de su género que se estableció en el país, inaugurándose el primero de agosto de 1884. Contaba con cinco prensas mecánicas, una de las cuales admitía fuerza motriz o de vapor; más de 40 obreros, sala de oficinas, maquinaria, un operador mecánico traído desde New York y capacidad para generar hasta 120 empleos directos destinados a la elaboración manual de tabaco manilla y planchita. Para esta empresa se asoció a Jacobo Myerston, quien fungió como gerente[19]. La fábrica se llamó “El Atalaya” y comenzó operando con asalariados extranjeros que durante el curso de sus contratos entrenarían personal del país, el cual se incorporaría una vez concluido el compromiso contractual con los primeros[20].
Capriles estaba decidido a lograr la fabricación de un tabaco con las mismas características que el importado, utilizando materia prima nacional. Las relaciones de Capriles con las más altas instancias oficiales deben haber estado en su mejor punto para este momento, al lograr la firma de un contrato con el gobierno nacional fechado 5 de agosto de 1884, suscrito entre el Ministerio de Fomento y Capriles. Por medio de este contrato Capriles, sus cesionarios o sucesores, se comprometían a establecer la industria en nueve meses teniendo una exclusividad de 25 años, exención de impuestos para introducir maquinaria y equipos. Capriles debería establecer, donde lo juzgara conveniente, fundos de tabaco propios para el consumo de la empresa[21].
Se desconoce la estructura y el rumbo de esta sociedad Capriles-Myerston. El dato hemerográfico indica operaciones con acciones de la “Fábrica Nacional de Tabaco de Hueva”, como fue el caso de Juan R. y Pedro Blanch, traspasando acciones en 1887, hecho que fue participado al público por el gerente J. Myerston[22]. Con certeza, Manasés Capriles continuó involucrado en contratos referidos a tabaco cuando menos hasta 1893, año en que nuevamente suscribió con el gobierno nacional un contrato que le daba derecho exclusivo durante quince años para establecer una fábrica de tabaco hueva usando tecnología estadounidense, quedando a su vez comprometido a fomentar el cultivo del tabaco en el país pero autorizado para introducir durante los ocho primeros años 20000 kg/año de tabaco Virginia, en lo que venía a representar un viraje con respecto a su intención de 1884 de utilizar sólo materia prima nacional[23].
Convertida ya en un galpón industrial[24], la empresa de Capriles era muestra palpable del avance de la producción capitalista en Venezuela. El galpón contaba con carpinteros, latoneros, jaboneros, peones, carreteros, entre otros asalariados. Casi toda su materia prima era nacional (sebo, soda, aceite de coco, maderas y resinas, por ejemplo). En Coro y Maracaibo se hacían las cajas para embalar. En el mismo Coro los envases de lata. En litografías de Caracas e imprentas corianas se elaboraban las etiquetas y rótulos de los envases [25].
Paralelamente a su galpón industrial, Manasés Capriles comenzó a interesarse por otras inversiones alejadas de la manufactura: las comunicaciones. En 1884 se integró a una promotora que invertiría en el proyecto de ferrocarril LaVela-Coro[26]. Manasés Capriles firmó el que sería el cuarto contrato para el tendido de esta vía férrea el 12 de diciembre de 1892[27]. El 24 de agosto de 1893, desplazando sus intereses del área industrial al área de las comunicaciones, Capriles Ricardo vendió a la firma I. A. Senior e hijo el galpón industrial de su propiedad, al que Senior agregó una tenería que fabricaba suelas y calzado, y aún más tarde un aserradero al vapor[28]. Este aceite de castor y las suelas llegaron a ser colocados en Puerto Cabello y Caracas, compitiendo el castor con el importado de Italia y las suelas con las de las tenerías de Valencia, Puerto Cabello y Caracas[29].
En el año 1898, I. A. Senior e hijo formalizó la venta de este galpón a la firma Senior Hermanos, propiedad de los hermanos Josías y Abraham Senior[30]. Para el año 1904 Senior Hermanos se suscribía como propietaria de la fábrica de los jabones “Estrella” y “Escudo”, y velas, aceite, tenería y aserradero al vapor[31]. En 1905 hubo cambios y la firma Senior Hermanos fue liquidada, quedando el galpón en manos de otro hermano, Morry, quien lo reimpulsó y para 1909-1910 agregaba en su publicidad a los ya conocidos jabones, velas, aceites y suelas, la fábrica de alpargatas superiores blancas y de color[32]. Morry I. Senior lo mantuvo hasta su muerte en 1920, cuando sus sucesores lo ofrecieron en venta[33].
Otros intentos industriales
Se dieron por los mismos años otros intentos de industrias, unas más, otras menos exitosas. Tomas Chapman ha quedado registrado como fabricante de tabaco de mascar en planchas, jabones, vainilla y aloe. Por su parte, Isaac Chapman intentó la fabricación licores finos dulces (crema de vainilla, anicete, Curazao y Socorrito), ron y anisado de Mallorca de clase superior, y jarabes dulces, que fueron llevados también a la Gran Exposición Nacional de Artes e Industrias de 1883[34].
Ya en 1884 existían cuando menos dos fábricas de velas esteáricas en Coro anunciadas en la prensa local, la Jabonería y otra propiedad de Murray R. A. Correa, inaugurada a fines de 1883 con el nombre de “Industria Coriana”[35]. Domingo Peralta insertaba la publicidad de su fábrica de “Tabacos y Cigarrillos La Pureza”, hechos con tabaco de Capadare[36].
El agro también tuvo sus intentos. Así, el 14 de agosto de 1884 se inauguró la máquina de vapor y el molino de viento que Víctor Brigé estableció en la margen izquierda del río Coro, abajo del Paso Real, para extraer agua para riego de sus terrenos, que dedicaría a la agricultura. Fue la primera máquina de vapor que se instaló en Coro y el primer molino de viento construido por artesanos corianos. La importancia de este evento se revela en los personajes que acudieron al acto de inauguración, entre ellos el presidente del estado, el secretario de gobierno y el presidente del concejo municipal[37].
No se sabe de nuevos progresos en la materia sino hasta la última década del siglo XIX. Hacia 1890 Salomón López Fonseca inicia un acelerado avance con su establecimiento industrial velería y jabonería “Santa Ana de Coro” que usaba estearina importada de Amberes[38]. En 1895 se anuncia “La Coriana”, fábrica de pastas italianas de Antenor Delima e hijo[39]. A estas se unió en 1896 la fábrica de velas esteáricas "El Cóndor", de Abraham H. Senior[40]. El mismo López Fonseca agregó a su publicidad en 1896 la fabricación de pastas italianas, y en 1898 los cigarros “La Libertad”, hechos con picadura habanera[41]. Como Manases Capriles, Salomón López Fonseca logró impulsar varias industrias, sus velas esteáricas fueron premiadas en el Concurso Agroindustrial de Caracas, y para 1900 se anunciaba como fabricante de jabón negro de pez, jabón azul, velas esteáricas, cigarros "Libertad" y fideos[42]. En 1906 registró sus marcas de fábrica jabón “Liverpool”, velas esteáricas “Salomón López Fonseca-velas esteáricas” y jabón “Una mano S.L.F. Ca.”[43].
El hielo, artículo de lujo para la época, también tuvo sus intereses en la figura de Isaac López Fonseca, quien manejaba la fábrica “Nevería Coriana” para 1891[44]. La literatura periodística indica que Isaac López Fonseca fue un empresario particularmente emprendedor, primero en introducir a Coro un aparato de destilación continua y en aplicar a las distintas industrias que tuvo la máquina de vapor, un aparato de 15 caballos de fuerza y cinco toneladas de peso que llegó al puerto de La Vela de Coro en diciembre de 1888[45]. Tuvo, inclusive, un proyecto para hacer un viñedo en Coro, y llegó a plantar mil vides; el objetivo era producir vinos y otros derivados de la vid[46].
El imperio de la libre competencia
Estos industriales reprodujeron la competencia agresiva y sin ceder posiciones que caracterizó al capitalismo en su contexto inicial de industrialización, imperio de la libre competencia. No existían controles legales ni regulaciones derivadas de acuerdos entre las partes. Era una actividad comercial presa de febril actividad, donde la cartelización resultaba desconocida y el monopolio, que ya había sentado sus reales en Estados Unidos y Europa, no estaba presente. El único ejemplo ubicado en fuentes primarias que permite visualizar este ambiente es el de las fábricas de velas esteáricas. En el año 1896, tres fabricantes sefarditas: Salomón López Fonseca, Josías L. Senior y Abraham Senior, saturaron el mercado regional causando la violenta caída de los precios y parálisis de las ventas[47]. Josías Senior informaba en Hamburgo a su tío Sigismundo Weil, en una carta fechada 3 de junio de 1896, que había en Coro tres fábricas de velas "... y un mercado muy repartido, con existencias crecidas"[48].
Las cartas de Weil para su sobrino, escritas en el transcurso de 1896, son una sucesión de consejos sobre cómo manejar las diferencias entre empresarios. Ante la situación conflictiva, le sugirió reiteradamente acordar con López Fonseca y con su hermano Abraham un convenio de fabricación y precios fijos de velas, con el fin de mejorar el negocio[49]. En su opinión había demasiado crédito y poca ganancia, por lo cual las tres fábricas debían convenir un precio tanto al contado como a crédito, multando por caja a quien vendiera más barato que lo pactado. Este, decía e insistía, era el camino asumido por los fabricantes alemanes de cemento a raíz de una guerra de precios: cartelizar y multar al que venda más barato[50].
Un nuevo siglo
Los comienzos del siglo XX indican la presencia de la fábrica de cigarros “La Sultana”, propiedad de Julio César Capriles bajo la razón social Capriles & Co[51]. El 1 de agosto de 1901 se constituyó la firma Chumaceiro & Co. al fusionarse el establecimiento de mercancías y víveres propiedad de Jacob M. Chumaceiro y la fábrica de Capriles[52]. Para 1902 Salomón López Fonseca se presentaba como comerciante, comisionista e industrial[53]. Segismundo I. Senior se inició con la fábrica de cigarrillos “El Ideal” en 1904, y en años sucesivos, como se verá, avanzó hacia otros intentos[54].
En 1908 se detecta en prensa la fábrica de jabones de Segismundo I. Senior, especializada en el detergente de ropa "El Incomparable", quien pasó a competir con "El Solicitado", producto de "La Jabonería" de su hermano Morry I. Senior. Segismundo Senior mantuvo varias fábricas que prolongaron por lo menos hasta los años veinte, entre ellas alpargatas, suelas, el jabón –que para 1922 se publicitaba bajo la marca SIS- y los cigarrillos marca “India”, “Mara” y “Occidente”[55].
Se cierra este recuento en 1910, cuando el Directorio Industrial ubicó en Falcón escasas siete industrias manufactureras, con una inversión de 410.000 Bs., ocupando el séptimo lugar nacional en establecimiento y el octavo en inversión[56]. En ese año Isaac A. de Lima -del ramo de farmacia- anunció el envasado de bebidas no espirituosas en el periódico “Agencia Coriana”, presentándose como fabricante de limonadas y aguas gaseosas[57]. La firma J. Boccardo & Ca. insertó en 1910 publicidad sobre su cigarrería "La Especial", que empleaba picadura de hebra de La Habana y del país, y papel de algodón. Al año siguiente, la misma firma promocionó su "Gran fábrica de calzado elaborado a mano"[58]. Todavía, en 1914, se ubica "La Jabonería" de Morry I. Senior, publicitada como "El primer establecimiento fabril del estado Falcón"[59].
Este decaimiento del sector se asocia a la crisis estructural de Venezuela en el periodo 1900-1908, que implicó deterioro político, escasez presupuestaria, agotamiento extremo de las actividades productivas en general, desempleo y empobrecimiento en aumento, deficiente sistema tributario y mermado crecimiento económico, entre otras.
CONCLUSIONES
El intento industrializador llevado a cabo por los capitales sefarditas migrados del comercio tuvo un final no feliz, que pudiera resumirse en esta breve frase: un tardío intento por ingresar al siglo XIX. Y cuando digo ingresar al siglo XIX me refiero a ese del cambio a sociedades con industrias de la entonces tecnología de punta, con cambios radicales en el sector agrícola, con un nuevo marco para el desarrollo social, un nuevo comportamiento demográfico, nuevas formas de vida, nuevos esquemas de pensamiento y acción.
Las rupturas fundamentales, esas que hubieran hecho posible el fraguado de aquel proceso no se lograron. ¿Cómo explicarlo? Puede jugarse con varios planos.
En una primera aproximación, de orden macro, Venezuela pertenecía ayer como hoy a la masa de países sometidos a la férula del capitalismo hegemónico liderado por los Estados Unidos y parte de Europa. La opción de una industria nacional, de capital nacional, fuerte y en expansión sobre su entorno, no contabilizaba en los planes de los monopolios que se cernían sobre Venezuela. Su debilidad estructural la llevaría, finalmente, a acceder a procesos de industrialización ya con el siglo XX en franco avance y bajo un esquema de relaciones de dominio muy particular, donde el paso de la economía agroexportadora a monoexportadora de hidrocarburos trajo como consecuencia la tan deseada industrialización pero no el tan deseado desarrollo.
Pasando al orden regional, la burguesía de origen sefardita que adelantó el proceso en la región coriana resumía a su interior una contradicción: expoliaba el campo utilizando los sistemas tradicionales, manteniendo a su propio mercado interno en condiciones de estancamiento, reprimido en sus potencialidades de crecimiento. No se interesó por una explotación racional del suelo que elevara la productividad, incrementara el poder adquisitivo y robusteciera el mercado interno; se limitó a captar en forma masiva lo que encontró en su entorno, sin interesarse por las formas en que era producido. Así, si bien el capital comercial logró la acumulación necesaria para avanzar hacia intentos industriales, no se dio la consolidación y robustecimiento del mercado interno en los términos que la industria lo requería.
Pero además, los cambios cualitativos que debieron emprenderse y acompañar al intento industrializador no se dieron, ya que el mercado interno no reaccionó como consumidor más allá de productos básicos. La región conservó, en lo esencial, su mismo patrón de poblamiento, el campo conservó su misma dinámica productiva y la ciudad creció, sí, pero débil, incapaz de respaldar el intento de cambio que se gestaba a su interior y que finalmente abortó.
Por otra parte estuvo la actitud del Estado, ambivalente en el discurso, pero muy clara en su ejecución. La ausencia de una política de Estado coherente, secuencial y decidida que permitiera consolidarse a la naciente industria nacional. De nada servía el intento si faltaba el entramado de vías de comunicación para aglutinar ese mercado interno, de nada servía el intento si no había una política de empleo, de nada servía si la demanda del mercado interno era débil, si el país se desangraba entre pugnas políticas intestinas y la transferencia del beneficio en manos del capital extranjero hacia los Estados Unidos y Europa.
Batallando con un entorno adverso, los intentos industriales tanto de Coro como de otras regiones quedaron como esbozo de lo que pudo haber sido pero, definitivamente, no se logró, ya que en general perdieron su impulso y desaparecieron o se mantuvieron en la hipotrofia, como desvanecidas evocaciones de un esfuerzo que se vio inhibido por la inarmónica acción de las distintas fuerzas que eran necesarias para hacerlo avanzar. Se ratificaba así, la específica inserción de Venezuela al capitalismo mundial en calidad de importadora de productos de la industria foránea y dedicada a la monoexportación de productos primarios.
FUENTES
FUENTES PRIMARIAS
Archivo Histórico de Coro-UNEFM, Fondo Senior. Cajas 2, 4, 6, 10, sin número (1896-1897), sin número (1893-1909), sin número (1902-1903), sin número (1903-1904).
Archivo Histórico de Coro-UNEFM, Sección Instrumentos Públicos (SIP).
FUENTES IMPRESAS
Documentos oficiales
Leyes y decretos de Venezuela. Tomo 11. Biblioteca de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales. Serie República de Venezuela. Caracas, 1990.
Leyes y decretos de Venezuela. Tomo 12. Biblioteca de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales. Serie República de Venezuela. Caracas, 1990.
Leyes y decretos de Venezuela. Tomo 16. Biblioteca de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales. Serie República de Venezuela. Caracas, 1990.
Leyes y decretos de Venezuela, tomo 29. Biblioteca de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales. Serie República de Venezuela. Caracas, 1992.
Memorias del Ministerio de Agricultura, Industria y Fomento 1898. Caracas, Tipografía Universal, 1899.
Memorias del Ministerio de Fomento 1877. Caracas, Imprenta Nacional, 1878.
Memorias del Ministerio de Fomento 1892. Caracas, Imprenta y Litografía Nacional, 1894.
Memorias del Ministerio de Obras Públicas 1894, tomo 2. Caracas,
Hemerográficas
Periódicos de Falcón: Agencia Coriana, Auras de Occidente, El Águila, El Anunciador Comercial, El Ciudadano, El Conciliador, El Constitucional, El Delta, El Día, El Federal, El Horizonte, El Nacional, El Obrero, El Semanario, El Trabajo, La Crónica, La Industria, La Juventud, La Península, Lampos Corianos, Médanos y Leyendas, Nardos.
FUENTES SECUNDARIAS
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Estaba, Rosa e Ivonne Alvarado, Geografía de los Paisajes Urbanos e Industriales de Venezuela. Caracas, Ariel-Seix Barral Venezolana, 1985.
Maza Zavala, Domingo, Venezuela una Economía Dependiente. Caracas, Fondo editorial del Instituto Universitario de Tecnología Antonio José de Sucre, 1985.
Moreno, Juan, Monumentos Históricos Nacionales. Caracas, Edición CONAC, Serie Inventarios N° 1, 1998.
Pino Iturrieta, Elías (Comp.), Cipriano Castro y su Época. Caracas, Monte Ávila editores, 1991.
Quintero, Inés (Comp.), Antonio Guzmán Blanco y su Época. Caracas, Monte Ávila editores, 1994.
Rangel, Domingo Alberto, El Proceso del Capitalismo Contemporáneo en Venezuela. Caracas, Edición UCV, 1968.
Vetencourt, Lola, Monopolios contra Venezuela 1870-1914. Caracas, Edición FACES/UCV-Vadell Hnos., 1988.
NOTAS
[1] La Industria. Coro, 22 de julio de 188, p. 1.
[2] Igual sucedió en toda Venezuela, caracterizada en la década de los setenta y ochenta del siglo XIX por la presencia de intentos de industrias en Maracaibo, Caracas, Valencia, Coro, Ciudad Bolívar y Puerto Cabello. Al respecto, léase: Manuel Rodríguez Campos, “Federación, economía y centralismo” en Inés Quintero (Comp.), Antonio Guzmán Blanco y su Época, pp. 84-85.
[3] Estas ideas se extrajeron de: Memorias del Ministerio de Fomento 1877, pp. XXVII-XXIX; Memorias del Ministerio de Agricultura, Industria y Fomento 1898, pp. XX-XXI.
[4] Es emblemático este párrafo de las Memorias del Ministerio de Agricultura, Industria y Fomento 1898:”El Ministerio tiene elaborada sus medidas con el propósito indicado [creación de industrias]; pero la limitada asignación con que le dotasteis en la Ley de Presupuesto del año anterior, corta su iniciativa”, p. XXI.
[5] La Industria. Coro, 17 de julio de 1879, p. 5. Sin embargo, para 1881, un editorial del mismo periódico describía la situación del estado en términos críticos, mencionando como única industria a la “jabonería limitada”. Con todo, debe haberse salvado este momento álgido, ya que la industrialización prosiguió su avance a lo largo de las dos últimas décadas del siglo que terminaba. La Industria. Coro, 28 de julio de 1881.
[6] La Industria. Coro, 15 de julio de 1880, p. 1. Sin embargo, el 18 de julio de 1884 La Industria, en un artículo sobre las fábricas de Coro, indica el año 1882 como el inicio de la fábrica de velas esteáricas de M. Capriles. Tal vez la producción anterior a 1882 no haya resultado de importancia.
[7] La Industria. Coro, 10 de febrero de 1881, p. 2.
[8] El naturalista alemán Adolfo Ernst, entonces director del Museo Nacional, fue designado por Guzmán Blanco para la organización de esta gran exposición. Capriles no llevó muestras de velas a la Gran Exposición de 1883, lo que puede ser indicativo de una producción que aún no alcanzaba los niveles de calidad y/o cantidad por él ambicionados.
[9] La Industria. Coro, 6 de septiembre de 1883, p. 2.
[10] La Industria. Coro, 18 de julio de 1884, p. 2.
[11] La Industria. Coro, 4 de abril de 1884, p. 4; La Industria. Coro, 18 de julio de 1884, p. 2; El Delta. Coro, 27 de noviembre de 1884, p. 3; La Industria. Coro, 4 de marzo de 1886, p. 1.
[12] La Industria. Coro, 9 de septiembre de 1884, p. 2.
[13] Tártago (Ricinus comunis). También conocido como ricino, palma cristi o higuerilla. Planta que vegeta de forma espontánea en climas cálidos o templados y es poco exigente en cuanto a suelos. De su semilla se extrae un aceite que tiene variados usos: medicinal (purgativo), lubrificante de máquinas, en la industria del cuero, en la fabricación de jabones, tintorería, preparación de tintas para imprenta, etc.
[14] La Industria. Coro, 28 de diciembre de 1882, p. 3; La Industria. Coro, 24 de mayo de 1883, p. 1.
[15] La Industria. Coro, 2 de mayo de 1884, p. 2.
[16] La Industria. Coro, 20 de junio de 1884, p. 3.
[17] La Industria. Coro, 22 de julio de 1884, p. 2.
[18] La Industria. Coro, 18 de julio de 1884, p. 2.
[19] La Industria. Coro, 17 de agosto de 1884, p. 2; La Industria. Coro, 9 de septiembre de 1884, p. 2; El Delta. Coro, 27 de noviembre de 1884, p. 3.
[20] La Industria. Coro, 5 de septiembre de 1885 p. 2.
[21] Leyes y decretos de Venezuela, tomo 11, p. 119; La Industria. Coro, 19 de agosto de 1884, p. 2.
[22] La Industria. Coro, 20 de enero de 1887, p. 3.
[23] Memorias del Ministerio de Fomento 1892, pp. 132-133.
[24] El galpón industrial de Capriles Ricardo se ubicaba al sur de la ciudad, teniendo como linderos: al este, el camino del paso real; al oeste, el camino del acueducto; al sur, la huerta de Nicolás M. Gil; y al norte, calle pública. En la actualidad, aún una calle conserva el nombre de Jabonería.
[25] La Industria. Coro, 22 de julio de 1884, p. 2.
La materia prima de las velas, la estearina, era importada. El arqueo de fuentes del archivo comercial de I. A. Senior e hijo ratifica que esta materia prima era traída desde Europa, habiéndose detectado adquisiciones en Amberes y Marsella.
[26] El contrato fue suscrito por Alejandro C. Salcedo el 21 de enero de 1884, logrando aglutinar a diversos personajes y razones sociales bajo un contrato de promoción: Sucesores de J. & J. R. Blanch, Manuel Leyba, Eudoro Iturbe, José L. Fonseca y José María Gil. El negocio incluía además lanchas de vapor para carga y descarga de buques en La Vela. Con un capital numerario de 320 acciones, se estimaban ganancias anuales de cien mil bolívares menos gastos. La Industria. Coro, 21 de octubre de 1884, p. 1.
[27] Memorias MOP 1894, tomo 2, Documentos, pp. 6-8.
[28] Archivo Histórico de Coro-Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda, Fondo Senior (en adelante AHC-UNEFM, FS), caja 2, Doc. 150; El Conciliador. Coro, 24 de diciembre de 1903, p. 3.
El Fondo Senior permite perfilar esta tenería y fábrica de calzado, que para adquirir sus equipos consultó a las firmas newyorquinas D. A. De Lima & Co. y Neuss, Hesslein & Co. Senior solicitó información o bien hizo pedidos de hormas para calzado, una prensa en base a cilindro, martillo o rueda que sustituyera al vapor; cortes para calzado; catálogos para zapatería y talabarterías, cola y tachuelas para calzado, entre otros. AHC-UNEFM, FS, caja 2, Docs. 159, 160, 169, 172, 181, 196, 202 y 209; Caja 4, Docs. 406, 408, 410 y 412.
[29] AHC-UNEFM, FS, caja 2, Docs. 41, 64 y 444; caja 10, Doc. 360; caja sin número (1896-1897), Docs. 192 y 273.
[30] En los Protocolos del Municipio Miranda del cuarto trimestre de 1898, reposa con fecha 15 de octubre de 1898 el registro de la escritura de venta de I. A. Senior a Senior Hermanos de: “... un edificio construido de adobes y techado de tejas, así como también los establecimientos industriales de belería, javonería, tenería y extracción de aceites con todas sus maquinarias, aparatos, aparejos, tanque y depósitos de mampostería sólida, enseres y demás accesorios pertenencias necesarias para el funcionamiento y ejercicio de dichas industrias,...”. La operación se tasó en 40.000 bs. El documento explicita que desde su compra en 1893 a Manasés Capriles, fue pasada a Senior Hermanos, y que sólo estaban extendiendo la escritura de venta para registrarla como mandaba la ley. AHC-UNEFM, Sección Instrumentos Públicos (SIP).
[31] AHC-UNEFM, FS, caja sin número (1903-1904); El Águila. Coro, 16 de abril de 1904, p. 4. Sin embargo, quizás por la estrecha unidad de capitales, I. A. Senior e hijo continuó presentándose como propietaria en la prensa local. El Conciliador. Coro, 24 de diciembre de 1903, p. 3.
[32] La Juventud. Coro, 5 de marzo de 1909, p. 4; Nardos. Coro, 11 de marzo de 1910, p. 4.
[33] El Día. Coro, 7 de mayo de 1920, p. 1.
[34] La Industria. Coro, 6 de septiembre de 1883, p. 2.
[35] La Industria. Coro, 4 de abril de 1884, p. 4; La Industria. Coro, 15 de abril de 1884, p. 4; La Industria. Coro, 18 de julio de 1884, p. 2; El Delta. Coro, 22 de noviembre de 1884, p. 4.
[36] La Industria. Coro, 22 de abril de 1884, p. 3.
[37] La Industria. Coro, 19 de agosto de 1884, p. 1.
[38] La Industria. Coro, 15 de octubre de 1890, p. 1; El Federal. Coro, 29 de abril de 1891, p. 1; El Nacional. Coro, 16 de marzo de 1893, p. 4; El Ciudadano. Coro, 10 de julio de 1896, p. 3.
[39] La Península. Pueblo Nuevo de Paraguaná, 30 de noviembre de 1895, p. 4.
[40] La Industria. Coro, 9 de mayo de 1896, p. 3; El Ciudadano. Coro, 10 de julio de 1896, p. 4.
[41] Lampos Corianos. Coro, 27 de mayo de 1896, p. 4; Lampos Corianos. Coro, 13 de abril de 1898, p. 1.
[42] La Crónica. Coro, 1896, año I, mes I, N° 6, p. 2 (fecha mutilada en el original); El Constitucional. Coro, 17 de abril de 1897, p. 4; El Obrero. Coro, 11 de diciembre de 1900, p. 1.
[43] Leyes y decretos de Venezuela, tomo 29, p. 155.
[44] La Industria. Coro, 12 de noviembre de 1891, p. 2; El Federal. Coro, 29 de abril de 1891, p. 3.
[45] El Anunciador Comercial. Coro, 3 de diciembre de 1888, p. 1; 15 de diciembre de 1888, p. 1.
[46] El Obrero. Coro. 2 de marzo de 1901. P. 2; El Anunciador Comercial. Coro, 3 de diciembre de 1888, p. 1.
[47] La correspondencia del Fondo Senior permite advertir algún tipo de diferencias entre los hermanos Abraham y Josías Senior, que condujeron a Abraham hacia el año 1895 a separarse de su familia en lo tocante al ejercicio del comercio; para lo cual estableció su propio negocio y montó una fábrica de velas que entró a competir con la de su hermano. AHC-UNEFM, FS, caja 6, Docs. 109, 119, 228.
[48] AHC- UNEFM, FS, caja 6, Doc. 210.
[49] AHC- UNEFM, FS, caja 6, Doc. 150. Sigismundo Weil era familiar de los Senior. Residía en Hamburgo para fines del pasado siglo y tenía intereses económicos tanto en Europa como en Venezuela (Puerto Cabello). Residió en Coro y Curazao, donde casó con Clara de Abraham Mordechay Senior y Senior, hermana de Isaac A. Senior, fundador de la razón social I. A. Senior. Surtía a I. A. Senior e hijo de materias primas para sus industrias (estearina, cueros patentes, pinturas para pieles, soda caústica ...), le enviaba muestras de productos europeos similares a los manufacturados por Senior y le apoyaba buscando asesoría sobre los problemas técnicos y de adquisición de maquinaria y equipos que se le presentaban. También daba servicios a la fábrica de Abraham Senior. AHC- UNEFM, FS, caja 6, Docs. 172, 177, 182, 195, 210, 211, 225, 228, 240, 243, 295.
[50] AHC- UNEFM, FS, caja 6, Docs. 236 y 256.
[51] El Obrero. Coro, 20 de diciembre de 1900, p. 4.
[52] El Horizonte. Coro, 14 de octubre de 1901, p. 4; AHC- UNEFM, FS, caja sin número (1893-1909), Docs. 296 y 326. El anuncio oficial lo suscribieron Jacob M. Chumaceiro y Julio César Capriles, dando poder general a Ismael Capriles. El 1 de enero de 1903 se anunció la separación del socio Julio César Capriles, quedando Jacob M. Chumaceiro con los activos.
[53] AHC- UNEFM, FS, caja sin número (1902-1903).
[54] El Águila. Coro, 10 de septiembre de 1904, p. 4.
[55] La Juventud. Coro, 18 de enero de 1908, p. 4; Médanos y Leyendas. Coro, 30 de abril de 1922, p. 14; El Semanario. Coro, 29 de agosto de 1922, p. 4.
[56] Estaba, Rosa e Ivonne Alvarado. Geografía de los Paisajes Urbanos e Industriales de Venezuela, Cuadro N° 6.
[57] Agencia Coriana. Coro, 23 de agosto de 1910, p. 1.
[58] Auras de Occidente. Coro, 9 de febrero de 1911, p. 4; El Conciliador. Coro, 22 de abril de 1910, p. 2.
[59] El Día. Coro, 12 de enero de 1914, p. 1.
IX Jornada de Investigación y docencia en la Ciencia de la Historia
Universidad Centro Occidental Lisandro Alvarado
Barquisimeto, estado Lara, Venezuela
25-28 de julio del 2001
Introducción
Pareciera estéril hablar de industrialización en la región coriana, por tradición historiográfica asociada a reducidas actividades de exportación y a la importación soportada en el contrabando. No había habido hasta este aporte aproximación alguna a procesos económicos distintos a aquellos que han contribuido a crear un discurso histórico de menguadas dimensiones sobre su historia económica y social.
La aproximación a los procesos de industrialización que se dieron en la ciudad de Coro, independiente a su éxito o fracaso como proyectos individuales o de clase, permite conocer una historia compleja, donde los planos económicos se sobreponen, pugnan y se contradicen, para generar en su devenir cambios de forma y fondo en la composición social de la región y en los capitales y razones sociales que tuvieron como sede, durante el lapso que ocupa a esta investigación, a la ciudad de Coro.
Los componentes del proceso
El entramado social
La Guerra de independencia y la Guerra federal trastocaron las relaciones productivas en la región coriana. Los grandes apellidos asociados a la plantación serrana y al esclavismo se dispersaron. El surgimiento de una miríada de pequeños propietarios y de nuevos grandes propietarios marcó la región.
Un campo con baja productividad, pobre inversión en capital y recursos técnico-productivos. Una pléyade de pequeños propietarios orgánicamente débiles, sujetos a las condiciones que imponía el comerciante asentado en Coro. Una ciudad más fuerte que el campo, donde había echado raíces un grupo de comerciantes respaldados por sus iguales de Curazao: los sefarditas, descendientes de aquellos que vivieran los motines antijudíos de 1831 y 1855; para fines del siglo XIX en franco proceso de cambio cultural y asimilación a la sociedad venezolana.
Este cambio profundo en la tenencia de la tierra y la recomposición de las clases sociales sentó el germen para la formación del mercado interno y vio transitar, en la ciudad de Coro, el capital comercial a capital industrial y financiero durante el último cuarto del siglo XIX.
La transición del comercio a la industrialización tuvo que superar diversos obstáculos, uno de ellos la liberación de la mano de obra otrora atada al campo. El campo comenzó a alimentar a la ciudad de mano de obra atraído por la agitación comercial del plano costero, esencialmente del eje Coro-La Vela. La población serrana bajó de las áreas donde estuviera circunscrita por siglos; así como población de origen caquetío, venida del occidente del estado. Esta población fue recurso humano que el campo transfirió al sector terciario y a la industria que llegó a formarse en Coro y que ocupa a este trabajo.
El mercado interno
El segundo obstáculo era el mercado interno. Una economía débil, autárquica, no favorecía los intentos de industrialización. La ruptura de la autarquía, la sujeción del pequeño consumidor y del pequeño productor al comerciante importador será clave en la formación de este mercado interno. Una hábil gestión comercial logrará integrar este mercado en la región coriana, mercado que permitió primero la consolidación del capital comercial y luego estimuló el surgimiento del industrial. La superación de este obstáculo abrió el paso a transformaciones cualitativas que hicieron posible que la riqueza acumulada en el comercio de exportación-importación se trasladara al capital industrial. Este proceso ocupó el último cuarto del siglo XIX.
Los comerciantes corianos lograron aglutinar una población que pese a su bajo poder adquisitivo y dispersión, como conjunto integraba un brote de mercado interno necesitado y consumidor de mercaderías cuyos precios publicaba la prensa local ya en 1880[1]. En la región coriana existió un comercio que manejó en gran escala la importación de productos de consumo masivo y logró mantener un estable mercado interno sobre la base de artículos como los textiles económicos y de segunda, herramientas agrícolas, harina, manteca, especias, arroz, cerveza, vino dulce y seco y otros productos que entraban por el puerto de La Vela.
El capitalista y sus inversiones
Será hasta el último cuarto cuando las condiciones básicas mínimas para hacer intentos industriales cristalicen en la capital del estado[2]. Un capitalista industrial surge, emergiendo desde el sector comercial exportador-importador. Es un empresario netamente urbano, sin raíces en el campo; más aún, está ligado a la dinámica comercial de la isla de Curazao, ya que casi todos son de origen sefardita, arraigados en Coro pero con fuertes intereses económicos y familiares en la isla holandesa. Su contacto con el campo se reduce a la compra de productos de alta cotización en el mercado internacional.
Es una nueva generación de capitalistas, descendientes de los primeros judíos asentados en el eje Curazao-Coro, con estrechos contactos en Estados Unidos y Europa, políglotas, con educación europea, con una nueva mentalidad a tono con los nuevos tiempos. Correspondió a sus ascendientes el duro trabajo de abrirse camino en tierra firme, aperturar casas comerciales, enfrentar los conflictos y los motines antijudíos que sacudieran a Coro en 1831 y 1855, hasta el presente sólo analizados desde la óptica étnica o religiosa, pero que requieren una aproximación más compleja e integrada, para comprenderlos también como resultados del violento proceso de acumulación que marcó al grupo sefardita en su arraigo en la región coriana, y del que es ejemplo por excelencia en las referencias documentales el caso de Jeudah Senior. A personajes como Jeudah e Isaac Senior y Manasés Capriles correspondió en lo esencial la primera y más dura etapa, a ellos y a sus descendientes la expansión y diversificación de sus intereses económicos.
A estas mentalidades modernas, afianzadas sobre conceptos como progreso, cultura y civilización; les correspondió en su lógico avance captar en su beneficio las nuevas aunque escasas ventajas y oportunidades que estaban a su alcance para convertir el dinero acumulado por sus padres y abuelos en capital industrial. La magna obra de ingeniería representada por el dique de Caujarao, prolegómeno de este intento industrializador, inaugurado por Juan Crisóstomo Falcón en 1866, permitió a estos industriales utilizar la energía del vapor en diversas empresas. Igualmente, estuvieron a la cabeza en el uso del telégrafo, teléfono, cable, máquinas, materias primas y otras tecnologías foráneas que aplicaron a sus negocios fabriles.
El Estado y el entramado legal
Los textos oficiales expresan una preocupación que no tuvo enlace con el hecho real: la necesidad de crear industrias. En el último cuarto del siglo XIX fue usual en las memorias ministeriales encontrar, bajo el halo mágico de la palabra progreso y todo el discurso que ella contenía, ya no simples alusiones, sino apartados dedicados al tema. Y es interesante detectar como entre 1877 y 1898, es decir en casi un cuarto de siglo, los textos no avanzan un paso en torno al tema, que se resume en dos momentos, cada uno con sus ideas centrales. Un primer momento donde se establece el problema y se plantean acciones a emprender: 1) La industria es elemento de progreso y civilización, 2) Sin apoyo del Estado no hay industria, 3) El Estado debe favorecer y proteger las industrias. Un segundo momento, ya culminando el siglo XIX, que expresa ya no el optimismo del comienzo, sino un problema reiterado y la voluntad de una solución : 1) La industria es la base de la riqueza, 2) La república carece de industrias, 3) La escasa industria no exporta, 4) Hay que favorecer las industrias[3].
¿Qué sucedió? Del guzmancismo al final del castrismo transcurrieron casi cuarenta años, en los que el Estado venezolano manejó un doble y notoriamente sesgado discurso: por un lado argumentando la defensa de la industria nacional, por el otro negándole recursos al sector de fomento y obras públicas[4] y estimulando el asentamiento de monopolios extranjeros.
El Estado venezolano, empeñado en una política de puertas abiertas a un capital extranjero que se dedicó a extraer materias primas y ejecutar obras públicas sin sembrar en Venezuela un céntimo de sus ganancias, se negó a sí mismo y a los potenciales capitalistas industriales, la infraestructura mínima requerida: crédito público, sistema impositivo moderno, protección a la industria ...
Al confinar el Estado la dinámica económica a un expolio extranjero que no se interesaba por la producción de bienes sino por la extracción de materias primas, y al mantener en el rezago al sector agrícola, el país se negó a sí mismo la posibilidad de generar un mercado interno vigoroso, que respaldara los intentos de industrialización. La productividad de la mano de obra era baja, los salarios igual y, además, persistían mecanismos atrasados como la pulpería, que impedía al escaso salario alimentar los esfuerzos industriales.
Con todo, en un país sin circunstancias propicias, Coro logró interesantes brotes industriales que, independiente a su éxito o fracaso, se tornan en puntos de referencia fundamentales para comprender la evolución de la economía capitalista nacional. A tono con los cambios mundiales, el capital comercial coriano intentó cambios importantes que dieron origen a nuevos nombres con peso decisivo en la vida regional; se enlazaron el capital comercial, industrial y bancario; despuntando nuevas fuerzas económicas.
La Compañía Jabonera del Estado Falcón, primera industria coriana
Manasés Capriles Ricardo es el empresario ubicado con mayor antigüedad e interés por el sector industrial, al instalar en 1878 una fábrica de jabones con capacidad para producir 250 cajas diarias, gerenciada por José y Abraham Capriles: la "Compañía Jabonera (limitada) del Estado Falcón". El especialista en el proceso de fabricación fue traído de los Estados Unidos[5]. Las fuentes periodísticas indican que fue la primera fábrica que tuvo el estado Falcón, en aquél entonces Sección Falcón del estado Falcón-Zulia. No tenía competencia y fabricaba jabones amarillo, negro y azul superior. Para el año 1880 anunciaba surtido de jabones y velas esteáricas superiores, lo cual indica una expansión y diversificación tempranas que le permitieron avanzar y captar el mercado interno de la Sección Falcón y plazas del estado Lara para dar origen, posteriormente, a un galpón industrial[6].
Un artículo 1881 la describía como una industria en crecimiento, exhortando a su gerente, el Sr. Capriles, y al encargado de la fábrica, el Sr. Litter, a: "... mejorar la condición de esa industria, puede decirse la única que existe en esta Sección"[7]. El éxito debe haber animado a Manasés Capriles a participar en la Gran Exposición Nacional de Artes e Industrias, que con motivo del centenario del natalicio de Bolívar se inauguró el 2 de agosto de 1883 en el edificio anexo a la Universidad Central[8]. La prensa local reseñó la presencia de la Jabonería Falconiana de M. Capriles, con jabón blanco, azul y amarillo de sebo, además de aceite de tártago; hechos con materia prima nacional[9]. El ascenso prosiguió y para el año siguiente otro artículo, titulado “Progreso Industrial II”, la calificó como: “... una de las mejores que existen en el país, tanto por el capital en ella invertido y el número de elementos de que dispone para la buena elaboración de la especie, como por la organización, método y regularidad observados en los trabajos y en la parte económica del establecimiento”[10].
Manases Capriles: de la jabonería al galpón industrial
Su proceso de capitalización debe haber continuado sin mayores obstáculos, ya que con posterioridad a la fábrica de velas, entre 1883-1884 Capriles inauguró la fábrica de aceites, ofertando desde entonces por la prensa jabones, velas esteáricas y aceite de castor[11]. A éstas siguió una fábrica de tabaco manilla y planchita[12]. Se conformó así en forma progresiva un galpón industrial.
El uso de materia prima nacional marcó a estas fabricas. Por vía de anuncios de prensa, los gerentes de la compañía jabonera captaban vendedores de sebo en rama y de aceite y/o semilla de tártago[13], que se empleaban en la fabricación de jabón[14].
Respaldado por el periódico La Industria, Capriles insertó en este bisemanario durante 1884 artículos que comentaban las propiedades medicinales (laxantes) del aceite de castor elaborado por la Cia. Jabonera, considerándolo superior a otros aceites importados[15]. Por su parte, la "Revista del Mercado", del comerciante y comisionista Salomón López Fonseca, apuntaba que la Cia. Jabonera compraría semilla de ajonjolí para extracción de aceite, lo que constituyó una diversificación dentro del ramo aceites, originalmente limitado al de castor[16]. El resultado fue reseñado por la prensa el mismo año, se comentaba la expansión de los cultivos de tártago en diversas zonas del estado (Distritos Cumarebo, Cabure, Pedregal y faldas de la sierra), estimulados por la fábrica de aceites[17].
El galpón continuó su expansión, al anunciarse a mediados de 1884 la llegada de la maquinaria -importada de los Estados Unidos- para el establecimiento de una fábrica de tabaco hueva, que si bien tuvo registro legal por separado operó en el galpón de la Jabonería[18]. Fue ésta la primera fábrica de su género que se estableció en el país, inaugurándose el primero de agosto de 1884. Contaba con cinco prensas mecánicas, una de las cuales admitía fuerza motriz o de vapor; más de 40 obreros, sala de oficinas, maquinaria, un operador mecánico traído desde New York y capacidad para generar hasta 120 empleos directos destinados a la elaboración manual de tabaco manilla y planchita. Para esta empresa se asoció a Jacobo Myerston, quien fungió como gerente[19]. La fábrica se llamó “El Atalaya” y comenzó operando con asalariados extranjeros que durante el curso de sus contratos entrenarían personal del país, el cual se incorporaría una vez concluido el compromiso contractual con los primeros[20].
Capriles estaba decidido a lograr la fabricación de un tabaco con las mismas características que el importado, utilizando materia prima nacional. Las relaciones de Capriles con las más altas instancias oficiales deben haber estado en su mejor punto para este momento, al lograr la firma de un contrato con el gobierno nacional fechado 5 de agosto de 1884, suscrito entre el Ministerio de Fomento y Capriles. Por medio de este contrato Capriles, sus cesionarios o sucesores, se comprometían a establecer la industria en nueve meses teniendo una exclusividad de 25 años, exención de impuestos para introducir maquinaria y equipos. Capriles debería establecer, donde lo juzgara conveniente, fundos de tabaco propios para el consumo de la empresa[21].
Se desconoce la estructura y el rumbo de esta sociedad Capriles-Myerston. El dato hemerográfico indica operaciones con acciones de la “Fábrica Nacional de Tabaco de Hueva”, como fue el caso de Juan R. y Pedro Blanch, traspasando acciones en 1887, hecho que fue participado al público por el gerente J. Myerston[22]. Con certeza, Manasés Capriles continuó involucrado en contratos referidos a tabaco cuando menos hasta 1893, año en que nuevamente suscribió con el gobierno nacional un contrato que le daba derecho exclusivo durante quince años para establecer una fábrica de tabaco hueva usando tecnología estadounidense, quedando a su vez comprometido a fomentar el cultivo del tabaco en el país pero autorizado para introducir durante los ocho primeros años 20000 kg/año de tabaco Virginia, en lo que venía a representar un viraje con respecto a su intención de 1884 de utilizar sólo materia prima nacional[23].
Convertida ya en un galpón industrial[24], la empresa de Capriles era muestra palpable del avance de la producción capitalista en Venezuela. El galpón contaba con carpinteros, latoneros, jaboneros, peones, carreteros, entre otros asalariados. Casi toda su materia prima era nacional (sebo, soda, aceite de coco, maderas y resinas, por ejemplo). En Coro y Maracaibo se hacían las cajas para embalar. En el mismo Coro los envases de lata. En litografías de Caracas e imprentas corianas se elaboraban las etiquetas y rótulos de los envases [25].
Paralelamente a su galpón industrial, Manasés Capriles comenzó a interesarse por otras inversiones alejadas de la manufactura: las comunicaciones. En 1884 se integró a una promotora que invertiría en el proyecto de ferrocarril LaVela-Coro[26]. Manasés Capriles firmó el que sería el cuarto contrato para el tendido de esta vía férrea el 12 de diciembre de 1892[27]. El 24 de agosto de 1893, desplazando sus intereses del área industrial al área de las comunicaciones, Capriles Ricardo vendió a la firma I. A. Senior e hijo el galpón industrial de su propiedad, al que Senior agregó una tenería que fabricaba suelas y calzado, y aún más tarde un aserradero al vapor[28]. Este aceite de castor y las suelas llegaron a ser colocados en Puerto Cabello y Caracas, compitiendo el castor con el importado de Italia y las suelas con las de las tenerías de Valencia, Puerto Cabello y Caracas[29].
En el año 1898, I. A. Senior e hijo formalizó la venta de este galpón a la firma Senior Hermanos, propiedad de los hermanos Josías y Abraham Senior[30]. Para el año 1904 Senior Hermanos se suscribía como propietaria de la fábrica de los jabones “Estrella” y “Escudo”, y velas, aceite, tenería y aserradero al vapor[31]. En 1905 hubo cambios y la firma Senior Hermanos fue liquidada, quedando el galpón en manos de otro hermano, Morry, quien lo reimpulsó y para 1909-1910 agregaba en su publicidad a los ya conocidos jabones, velas, aceites y suelas, la fábrica de alpargatas superiores blancas y de color[32]. Morry I. Senior lo mantuvo hasta su muerte en 1920, cuando sus sucesores lo ofrecieron en venta[33].
Otros intentos industriales
Se dieron por los mismos años otros intentos de industrias, unas más, otras menos exitosas. Tomas Chapman ha quedado registrado como fabricante de tabaco de mascar en planchas, jabones, vainilla y aloe. Por su parte, Isaac Chapman intentó la fabricación licores finos dulces (crema de vainilla, anicete, Curazao y Socorrito), ron y anisado de Mallorca de clase superior, y jarabes dulces, que fueron llevados también a la Gran Exposición Nacional de Artes e Industrias de 1883[34].
Ya en 1884 existían cuando menos dos fábricas de velas esteáricas en Coro anunciadas en la prensa local, la Jabonería y otra propiedad de Murray R. A. Correa, inaugurada a fines de 1883 con el nombre de “Industria Coriana”[35]. Domingo Peralta insertaba la publicidad de su fábrica de “Tabacos y Cigarrillos La Pureza”, hechos con tabaco de Capadare[36].
El agro también tuvo sus intentos. Así, el 14 de agosto de 1884 se inauguró la máquina de vapor y el molino de viento que Víctor Brigé estableció en la margen izquierda del río Coro, abajo del Paso Real, para extraer agua para riego de sus terrenos, que dedicaría a la agricultura. Fue la primera máquina de vapor que se instaló en Coro y el primer molino de viento construido por artesanos corianos. La importancia de este evento se revela en los personajes que acudieron al acto de inauguración, entre ellos el presidente del estado, el secretario de gobierno y el presidente del concejo municipal[37].
No se sabe de nuevos progresos en la materia sino hasta la última década del siglo XIX. Hacia 1890 Salomón López Fonseca inicia un acelerado avance con su establecimiento industrial velería y jabonería “Santa Ana de Coro” que usaba estearina importada de Amberes[38]. En 1895 se anuncia “La Coriana”, fábrica de pastas italianas de Antenor Delima e hijo[39]. A estas se unió en 1896 la fábrica de velas esteáricas "El Cóndor", de Abraham H. Senior[40]. El mismo López Fonseca agregó a su publicidad en 1896 la fabricación de pastas italianas, y en 1898 los cigarros “La Libertad”, hechos con picadura habanera[41]. Como Manases Capriles, Salomón López Fonseca logró impulsar varias industrias, sus velas esteáricas fueron premiadas en el Concurso Agroindustrial de Caracas, y para 1900 se anunciaba como fabricante de jabón negro de pez, jabón azul, velas esteáricas, cigarros "Libertad" y fideos[42]. En 1906 registró sus marcas de fábrica jabón “Liverpool”, velas esteáricas “Salomón López Fonseca-velas esteáricas” y jabón “Una mano S.L.F. Ca.”[43].
El hielo, artículo de lujo para la época, también tuvo sus intereses en la figura de Isaac López Fonseca, quien manejaba la fábrica “Nevería Coriana” para 1891[44]. La literatura periodística indica que Isaac López Fonseca fue un empresario particularmente emprendedor, primero en introducir a Coro un aparato de destilación continua y en aplicar a las distintas industrias que tuvo la máquina de vapor, un aparato de 15 caballos de fuerza y cinco toneladas de peso que llegó al puerto de La Vela de Coro en diciembre de 1888[45]. Tuvo, inclusive, un proyecto para hacer un viñedo en Coro, y llegó a plantar mil vides; el objetivo era producir vinos y otros derivados de la vid[46].
El imperio de la libre competencia
Estos industriales reprodujeron la competencia agresiva y sin ceder posiciones que caracterizó al capitalismo en su contexto inicial de industrialización, imperio de la libre competencia. No existían controles legales ni regulaciones derivadas de acuerdos entre las partes. Era una actividad comercial presa de febril actividad, donde la cartelización resultaba desconocida y el monopolio, que ya había sentado sus reales en Estados Unidos y Europa, no estaba presente. El único ejemplo ubicado en fuentes primarias que permite visualizar este ambiente es el de las fábricas de velas esteáricas. En el año 1896, tres fabricantes sefarditas: Salomón López Fonseca, Josías L. Senior y Abraham Senior, saturaron el mercado regional causando la violenta caída de los precios y parálisis de las ventas[47]. Josías Senior informaba en Hamburgo a su tío Sigismundo Weil, en una carta fechada 3 de junio de 1896, que había en Coro tres fábricas de velas "... y un mercado muy repartido, con existencias crecidas"[48].
Las cartas de Weil para su sobrino, escritas en el transcurso de 1896, son una sucesión de consejos sobre cómo manejar las diferencias entre empresarios. Ante la situación conflictiva, le sugirió reiteradamente acordar con López Fonseca y con su hermano Abraham un convenio de fabricación y precios fijos de velas, con el fin de mejorar el negocio[49]. En su opinión había demasiado crédito y poca ganancia, por lo cual las tres fábricas debían convenir un precio tanto al contado como a crédito, multando por caja a quien vendiera más barato que lo pactado. Este, decía e insistía, era el camino asumido por los fabricantes alemanes de cemento a raíz de una guerra de precios: cartelizar y multar al que venda más barato[50].
Un nuevo siglo
Los comienzos del siglo XX indican la presencia de la fábrica de cigarros “La Sultana”, propiedad de Julio César Capriles bajo la razón social Capriles & Co[51]. El 1 de agosto de 1901 se constituyó la firma Chumaceiro & Co. al fusionarse el establecimiento de mercancías y víveres propiedad de Jacob M. Chumaceiro y la fábrica de Capriles[52]. Para 1902 Salomón López Fonseca se presentaba como comerciante, comisionista e industrial[53]. Segismundo I. Senior se inició con la fábrica de cigarrillos “El Ideal” en 1904, y en años sucesivos, como se verá, avanzó hacia otros intentos[54].
En 1908 se detecta en prensa la fábrica de jabones de Segismundo I. Senior, especializada en el detergente de ropa "El Incomparable", quien pasó a competir con "El Solicitado", producto de "La Jabonería" de su hermano Morry I. Senior. Segismundo Senior mantuvo varias fábricas que prolongaron por lo menos hasta los años veinte, entre ellas alpargatas, suelas, el jabón –que para 1922 se publicitaba bajo la marca SIS- y los cigarrillos marca “India”, “Mara” y “Occidente”[55].
Se cierra este recuento en 1910, cuando el Directorio Industrial ubicó en Falcón escasas siete industrias manufactureras, con una inversión de 410.000 Bs., ocupando el séptimo lugar nacional en establecimiento y el octavo en inversión[56]. En ese año Isaac A. de Lima -del ramo de farmacia- anunció el envasado de bebidas no espirituosas en el periódico “Agencia Coriana”, presentándose como fabricante de limonadas y aguas gaseosas[57]. La firma J. Boccardo & Ca. insertó en 1910 publicidad sobre su cigarrería "La Especial", que empleaba picadura de hebra de La Habana y del país, y papel de algodón. Al año siguiente, la misma firma promocionó su "Gran fábrica de calzado elaborado a mano"[58]. Todavía, en 1914, se ubica "La Jabonería" de Morry I. Senior, publicitada como "El primer establecimiento fabril del estado Falcón"[59].
Este decaimiento del sector se asocia a la crisis estructural de Venezuela en el periodo 1900-1908, que implicó deterioro político, escasez presupuestaria, agotamiento extremo de las actividades productivas en general, desempleo y empobrecimiento en aumento, deficiente sistema tributario y mermado crecimiento económico, entre otras.
CONCLUSIONES
El intento industrializador llevado a cabo por los capitales sefarditas migrados del comercio tuvo un final no feliz, que pudiera resumirse en esta breve frase: un tardío intento por ingresar al siglo XIX. Y cuando digo ingresar al siglo XIX me refiero a ese del cambio a sociedades con industrias de la entonces tecnología de punta, con cambios radicales en el sector agrícola, con un nuevo marco para el desarrollo social, un nuevo comportamiento demográfico, nuevas formas de vida, nuevos esquemas de pensamiento y acción.
Las rupturas fundamentales, esas que hubieran hecho posible el fraguado de aquel proceso no se lograron. ¿Cómo explicarlo? Puede jugarse con varios planos.
En una primera aproximación, de orden macro, Venezuela pertenecía ayer como hoy a la masa de países sometidos a la férula del capitalismo hegemónico liderado por los Estados Unidos y parte de Europa. La opción de una industria nacional, de capital nacional, fuerte y en expansión sobre su entorno, no contabilizaba en los planes de los monopolios que se cernían sobre Venezuela. Su debilidad estructural la llevaría, finalmente, a acceder a procesos de industrialización ya con el siglo XX en franco avance y bajo un esquema de relaciones de dominio muy particular, donde el paso de la economía agroexportadora a monoexportadora de hidrocarburos trajo como consecuencia la tan deseada industrialización pero no el tan deseado desarrollo.
Pasando al orden regional, la burguesía de origen sefardita que adelantó el proceso en la región coriana resumía a su interior una contradicción: expoliaba el campo utilizando los sistemas tradicionales, manteniendo a su propio mercado interno en condiciones de estancamiento, reprimido en sus potencialidades de crecimiento. No se interesó por una explotación racional del suelo que elevara la productividad, incrementara el poder adquisitivo y robusteciera el mercado interno; se limitó a captar en forma masiva lo que encontró en su entorno, sin interesarse por las formas en que era producido. Así, si bien el capital comercial logró la acumulación necesaria para avanzar hacia intentos industriales, no se dio la consolidación y robustecimiento del mercado interno en los términos que la industria lo requería.
Pero además, los cambios cualitativos que debieron emprenderse y acompañar al intento industrializador no se dieron, ya que el mercado interno no reaccionó como consumidor más allá de productos básicos. La región conservó, en lo esencial, su mismo patrón de poblamiento, el campo conservó su misma dinámica productiva y la ciudad creció, sí, pero débil, incapaz de respaldar el intento de cambio que se gestaba a su interior y que finalmente abortó.
Por otra parte estuvo la actitud del Estado, ambivalente en el discurso, pero muy clara en su ejecución. La ausencia de una política de Estado coherente, secuencial y decidida que permitiera consolidarse a la naciente industria nacional. De nada servía el intento si faltaba el entramado de vías de comunicación para aglutinar ese mercado interno, de nada servía el intento si no había una política de empleo, de nada servía si la demanda del mercado interno era débil, si el país se desangraba entre pugnas políticas intestinas y la transferencia del beneficio en manos del capital extranjero hacia los Estados Unidos y Europa.
Batallando con un entorno adverso, los intentos industriales tanto de Coro como de otras regiones quedaron como esbozo de lo que pudo haber sido pero, definitivamente, no se logró, ya que en general perdieron su impulso y desaparecieron o se mantuvieron en la hipotrofia, como desvanecidas evocaciones de un esfuerzo que se vio inhibido por la inarmónica acción de las distintas fuerzas que eran necesarias para hacerlo avanzar. Se ratificaba así, la específica inserción de Venezuela al capitalismo mundial en calidad de importadora de productos de la industria foránea y dedicada a la monoexportación de productos primarios.
FUENTES
FUENTES PRIMARIAS
Archivo Histórico de Coro-UNEFM, Fondo Senior. Cajas 2, 4, 6, 10, sin número (1896-1897), sin número (1893-1909), sin número (1902-1903), sin número (1903-1904).
Archivo Histórico de Coro-UNEFM, Sección Instrumentos Públicos (SIP).
FUENTES IMPRESAS
Documentos oficiales
Leyes y decretos de Venezuela. Tomo 11. Biblioteca de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales. Serie República de Venezuela. Caracas, 1990.
Leyes y decretos de Venezuela. Tomo 12. Biblioteca de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales. Serie República de Venezuela. Caracas, 1990.
Leyes y decretos de Venezuela. Tomo 16. Biblioteca de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales. Serie República de Venezuela. Caracas, 1990.
Leyes y decretos de Venezuela, tomo 29. Biblioteca de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales. Serie República de Venezuela. Caracas, 1992.
Memorias del Ministerio de Agricultura, Industria y Fomento 1898. Caracas, Tipografía Universal, 1899.
Memorias del Ministerio de Fomento 1877. Caracas, Imprenta Nacional, 1878.
Memorias del Ministerio de Fomento 1892. Caracas, Imprenta y Litografía Nacional, 1894.
Memorias del Ministerio de Obras Públicas 1894, tomo 2. Caracas,
Hemerográficas
Periódicos de Falcón: Agencia Coriana, Auras de Occidente, El Águila, El Anunciador Comercial, El Ciudadano, El Conciliador, El Constitucional, El Delta, El Día, El Federal, El Horizonte, El Nacional, El Obrero, El Semanario, El Trabajo, La Crónica, La Industria, La Juventud, La Península, Lampos Corianos, Médanos y Leyendas, Nardos.
FUENTES SECUNDARIAS
Acosta, Vladimir, Revolución Industrial y Desarrollo Capitalista. Caracas, edición FACES/UCV, 1986.
Estaba, Rosa e Ivonne Alvarado, Geografía de los Paisajes Urbanos e Industriales de Venezuela. Caracas, Ariel-Seix Barral Venezolana, 1985.
Maza Zavala, Domingo, Venezuela una Economía Dependiente. Caracas, Fondo editorial del Instituto Universitario de Tecnología Antonio José de Sucre, 1985.
Moreno, Juan, Monumentos Históricos Nacionales. Caracas, Edición CONAC, Serie Inventarios N° 1, 1998.
Pino Iturrieta, Elías (Comp.), Cipriano Castro y su Época. Caracas, Monte Ávila editores, 1991.
Quintero, Inés (Comp.), Antonio Guzmán Blanco y su Época. Caracas, Monte Ávila editores, 1994.
Rangel, Domingo Alberto, El Proceso del Capitalismo Contemporáneo en Venezuela. Caracas, Edición UCV, 1968.
Vetencourt, Lola, Monopolios contra Venezuela 1870-1914. Caracas, Edición FACES/UCV-Vadell Hnos., 1988.
NOTAS
[1] La Industria. Coro, 22 de julio de 188, p. 1.
[2] Igual sucedió en toda Venezuela, caracterizada en la década de los setenta y ochenta del siglo XIX por la presencia de intentos de industrias en Maracaibo, Caracas, Valencia, Coro, Ciudad Bolívar y Puerto Cabello. Al respecto, léase: Manuel Rodríguez Campos, “Federación, economía y centralismo” en Inés Quintero (Comp.), Antonio Guzmán Blanco y su Época, pp. 84-85.
[3] Estas ideas se extrajeron de: Memorias del Ministerio de Fomento 1877, pp. XXVII-XXIX; Memorias del Ministerio de Agricultura, Industria y Fomento 1898, pp. XX-XXI.
[4] Es emblemático este párrafo de las Memorias del Ministerio de Agricultura, Industria y Fomento 1898:”El Ministerio tiene elaborada sus medidas con el propósito indicado [creación de industrias]; pero la limitada asignación con que le dotasteis en la Ley de Presupuesto del año anterior, corta su iniciativa”, p. XXI.
[5] La Industria. Coro, 17 de julio de 1879, p. 5. Sin embargo, para 1881, un editorial del mismo periódico describía la situación del estado en términos críticos, mencionando como única industria a la “jabonería limitada”. Con todo, debe haberse salvado este momento álgido, ya que la industrialización prosiguió su avance a lo largo de las dos últimas décadas del siglo que terminaba. La Industria. Coro, 28 de julio de 1881.
[6] La Industria. Coro, 15 de julio de 1880, p. 1. Sin embargo, el 18 de julio de 1884 La Industria, en un artículo sobre las fábricas de Coro, indica el año 1882 como el inicio de la fábrica de velas esteáricas de M. Capriles. Tal vez la producción anterior a 1882 no haya resultado de importancia.
[7] La Industria. Coro, 10 de febrero de 1881, p. 2.
[8] El naturalista alemán Adolfo Ernst, entonces director del Museo Nacional, fue designado por Guzmán Blanco para la organización de esta gran exposición. Capriles no llevó muestras de velas a la Gran Exposición de 1883, lo que puede ser indicativo de una producción que aún no alcanzaba los niveles de calidad y/o cantidad por él ambicionados.
[9] La Industria. Coro, 6 de septiembre de 1883, p. 2.
[10] La Industria. Coro, 18 de julio de 1884, p. 2.
[11] La Industria. Coro, 4 de abril de 1884, p. 4; La Industria. Coro, 18 de julio de 1884, p. 2; El Delta. Coro, 27 de noviembre de 1884, p. 3; La Industria. Coro, 4 de marzo de 1886, p. 1.
[12] La Industria. Coro, 9 de septiembre de 1884, p. 2.
[13] Tártago (Ricinus comunis). También conocido como ricino, palma cristi o higuerilla. Planta que vegeta de forma espontánea en climas cálidos o templados y es poco exigente en cuanto a suelos. De su semilla se extrae un aceite que tiene variados usos: medicinal (purgativo), lubrificante de máquinas, en la industria del cuero, en la fabricación de jabones, tintorería, preparación de tintas para imprenta, etc.
[14] La Industria. Coro, 28 de diciembre de 1882, p. 3; La Industria. Coro, 24 de mayo de 1883, p. 1.
[15] La Industria. Coro, 2 de mayo de 1884, p. 2.
[16] La Industria. Coro, 20 de junio de 1884, p. 3.
[17] La Industria. Coro, 22 de julio de 1884, p. 2.
[18] La Industria. Coro, 18 de julio de 1884, p. 2.
[19] La Industria. Coro, 17 de agosto de 1884, p. 2; La Industria. Coro, 9 de septiembre de 1884, p. 2; El Delta. Coro, 27 de noviembre de 1884, p. 3.
[20] La Industria. Coro, 5 de septiembre de 1885 p. 2.
[21] Leyes y decretos de Venezuela, tomo 11, p. 119; La Industria. Coro, 19 de agosto de 1884, p. 2.
[22] La Industria. Coro, 20 de enero de 1887, p. 3.
[23] Memorias del Ministerio de Fomento 1892, pp. 132-133.
[24] El galpón industrial de Capriles Ricardo se ubicaba al sur de la ciudad, teniendo como linderos: al este, el camino del paso real; al oeste, el camino del acueducto; al sur, la huerta de Nicolás M. Gil; y al norte, calle pública. En la actualidad, aún una calle conserva el nombre de Jabonería.
[25] La Industria. Coro, 22 de julio de 1884, p. 2.
La materia prima de las velas, la estearina, era importada. El arqueo de fuentes del archivo comercial de I. A. Senior e hijo ratifica que esta materia prima era traída desde Europa, habiéndose detectado adquisiciones en Amberes y Marsella.
[26] El contrato fue suscrito por Alejandro C. Salcedo el 21 de enero de 1884, logrando aglutinar a diversos personajes y razones sociales bajo un contrato de promoción: Sucesores de J. & J. R. Blanch, Manuel Leyba, Eudoro Iturbe, José L. Fonseca y José María Gil. El negocio incluía además lanchas de vapor para carga y descarga de buques en La Vela. Con un capital numerario de 320 acciones, se estimaban ganancias anuales de cien mil bolívares menos gastos. La Industria. Coro, 21 de octubre de 1884, p. 1.
[27] Memorias MOP 1894, tomo 2, Documentos, pp. 6-8.
[28] Archivo Histórico de Coro-Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda, Fondo Senior (en adelante AHC-UNEFM, FS), caja 2, Doc. 150; El Conciliador. Coro, 24 de diciembre de 1903, p. 3.
El Fondo Senior permite perfilar esta tenería y fábrica de calzado, que para adquirir sus equipos consultó a las firmas newyorquinas D. A. De Lima & Co. y Neuss, Hesslein & Co. Senior solicitó información o bien hizo pedidos de hormas para calzado, una prensa en base a cilindro, martillo o rueda que sustituyera al vapor; cortes para calzado; catálogos para zapatería y talabarterías, cola y tachuelas para calzado, entre otros. AHC-UNEFM, FS, caja 2, Docs. 159, 160, 169, 172, 181, 196, 202 y 209; Caja 4, Docs. 406, 408, 410 y 412.
[29] AHC-UNEFM, FS, caja 2, Docs. 41, 64 y 444; caja 10, Doc. 360; caja sin número (1896-1897), Docs. 192 y 273.
[30] En los Protocolos del Municipio Miranda del cuarto trimestre de 1898, reposa con fecha 15 de octubre de 1898 el registro de la escritura de venta de I. A. Senior a Senior Hermanos de: “... un edificio construido de adobes y techado de tejas, así como también los establecimientos industriales de belería, javonería, tenería y extracción de aceites con todas sus maquinarias, aparatos, aparejos, tanque y depósitos de mampostería sólida, enseres y demás accesorios pertenencias necesarias para el funcionamiento y ejercicio de dichas industrias,...”. La operación se tasó en 40.000 bs. El documento explicita que desde su compra en 1893 a Manasés Capriles, fue pasada a Senior Hermanos, y que sólo estaban extendiendo la escritura de venta para registrarla como mandaba la ley. AHC-UNEFM, Sección Instrumentos Públicos (SIP).
[31] AHC-UNEFM, FS, caja sin número (1903-1904); El Águila. Coro, 16 de abril de 1904, p. 4. Sin embargo, quizás por la estrecha unidad de capitales, I. A. Senior e hijo continuó presentándose como propietaria en la prensa local. El Conciliador. Coro, 24 de diciembre de 1903, p. 3.
[32] La Juventud. Coro, 5 de marzo de 1909, p. 4; Nardos. Coro, 11 de marzo de 1910, p. 4.
[33] El Día. Coro, 7 de mayo de 1920, p. 1.
[34] La Industria. Coro, 6 de septiembre de 1883, p. 2.
[35] La Industria. Coro, 4 de abril de 1884, p. 4; La Industria. Coro, 15 de abril de 1884, p. 4; La Industria. Coro, 18 de julio de 1884, p. 2; El Delta. Coro, 22 de noviembre de 1884, p. 4.
[36] La Industria. Coro, 22 de abril de 1884, p. 3.
[37] La Industria. Coro, 19 de agosto de 1884, p. 1.
[38] La Industria. Coro, 15 de octubre de 1890, p. 1; El Federal. Coro, 29 de abril de 1891, p. 1; El Nacional. Coro, 16 de marzo de 1893, p. 4; El Ciudadano. Coro, 10 de julio de 1896, p. 3.
[39] La Península. Pueblo Nuevo de Paraguaná, 30 de noviembre de 1895, p. 4.
[40] La Industria. Coro, 9 de mayo de 1896, p. 3; El Ciudadano. Coro, 10 de julio de 1896, p. 4.
[41] Lampos Corianos. Coro, 27 de mayo de 1896, p. 4; Lampos Corianos. Coro, 13 de abril de 1898, p. 1.
[42] La Crónica. Coro, 1896, año I, mes I, N° 6, p. 2 (fecha mutilada en el original); El Constitucional. Coro, 17 de abril de 1897, p. 4; El Obrero. Coro, 11 de diciembre de 1900, p. 1.
[43] Leyes y decretos de Venezuela, tomo 29, p. 155.
[44] La Industria. Coro, 12 de noviembre de 1891, p. 2; El Federal. Coro, 29 de abril de 1891, p. 3.
[45] El Anunciador Comercial. Coro, 3 de diciembre de 1888, p. 1; 15 de diciembre de 1888, p. 1.
[46] El Obrero. Coro. 2 de marzo de 1901. P. 2; El Anunciador Comercial. Coro, 3 de diciembre de 1888, p. 1.
[47] La correspondencia del Fondo Senior permite advertir algún tipo de diferencias entre los hermanos Abraham y Josías Senior, que condujeron a Abraham hacia el año 1895 a separarse de su familia en lo tocante al ejercicio del comercio; para lo cual estableció su propio negocio y montó una fábrica de velas que entró a competir con la de su hermano. AHC-UNEFM, FS, caja 6, Docs. 109, 119, 228.
[48] AHC- UNEFM, FS, caja 6, Doc. 210.
[49] AHC- UNEFM, FS, caja 6, Doc. 150. Sigismundo Weil era familiar de los Senior. Residía en Hamburgo para fines del pasado siglo y tenía intereses económicos tanto en Europa como en Venezuela (Puerto Cabello). Residió en Coro y Curazao, donde casó con Clara de Abraham Mordechay Senior y Senior, hermana de Isaac A. Senior, fundador de la razón social I. A. Senior. Surtía a I. A. Senior e hijo de materias primas para sus industrias (estearina, cueros patentes, pinturas para pieles, soda caústica ...), le enviaba muestras de productos europeos similares a los manufacturados por Senior y le apoyaba buscando asesoría sobre los problemas técnicos y de adquisición de maquinaria y equipos que se le presentaban. También daba servicios a la fábrica de Abraham Senior. AHC- UNEFM, FS, caja 6, Docs. 172, 177, 182, 195, 210, 211, 225, 228, 240, 243, 295.
[50] AHC- UNEFM, FS, caja 6, Docs. 236 y 256.
[51] El Obrero. Coro, 20 de diciembre de 1900, p. 4.
[52] El Horizonte. Coro, 14 de octubre de 1901, p. 4; AHC- UNEFM, FS, caja sin número (1893-1909), Docs. 296 y 326. El anuncio oficial lo suscribieron Jacob M. Chumaceiro y Julio César Capriles, dando poder general a Ismael Capriles. El 1 de enero de 1903 se anunció la separación del socio Julio César Capriles, quedando Jacob M. Chumaceiro con los activos.
[53] AHC- UNEFM, FS, caja sin número (1902-1903).
[54] El Águila. Coro, 10 de septiembre de 1904, p. 4.
[55] La Juventud. Coro, 18 de enero de 1908, p. 4; Médanos y Leyendas. Coro, 30 de abril de 1922, p. 14; El Semanario. Coro, 29 de agosto de 1922, p. 4.
[56] Estaba, Rosa e Ivonne Alvarado. Geografía de los Paisajes Urbanos e Industriales de Venezuela, Cuadro N° 6.
[57] Agencia Coriana. Coro, 23 de agosto de 1910, p. 1.
[58] Auras de Occidente. Coro, 9 de febrero de 1911, p. 4; El Conciliador. Coro, 22 de abril de 1910, p. 2.
[59] El Día. Coro, 12 de enero de 1914, p. 1.
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