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Temas de historia regional y local

jueves, 24 de febrero de 2011

La capilla de Begoña y su artesonado: historia y restauración



La capilla de Begoña y su artesonado: historia y restauración
Ponencia presentada en el Congreso Internacional
Centenario Archivo Arquidiocesano de Mérida.
Mérida, 6 al 12 de noviembre de 2005

Publicada en: El Patrimonio Eclesiástico Venezolano. Tomo II.
Edic. Fund. Archivo Arquidiocesano de Mérida-Konrad Adenauer Stiftung/UCAB
Caracas, 2007. Pp. 385-400.

Dra. Blanca De Lima/Arq. Josennya Noroño


INTRODUCCIÓN

A lo largo del XVIII se fue expresando en el templo de San Francisco de Coro el gusto por el brillo, las formas y juegos de luces y sombras propios del barroco hispano. La capilla de Begoña y su artesonado forman parte de una historia de marineros y vizcaínos, de poderes terrenales y ritualidad dieciochesca con sabor trentino, cuyo conjunto se hizo eco del gusto de la época y cuyo único sobreviviente, su artesonado, permite hoy reconstruir, de la mano de otras fuentes primarias, lo que fue una de las máximas expresiones del esplendor y boato de las elites de la jurisdicción de Coro en el periodo colonial.


La fundación del primer templo

Nace el templo de San Francisco de Coro durante la segunda década del siglo XVII, bajo el mecenazgo del capitán Ambrosio Hernández –conquistador, encomendero y poseedor de hatos en la jurisdicción coriana- y su esposa Inés López, lo cual le valió el título de Fundador: «... que por cuanto el Capitán Ambrosio Hernández, vecino y morador de esta ciudad de Coro, gobernación de Venezuela, nuestro hermano y bienhechor, con un impulso del cielo y toque que Dios le dio en su alma se animó, dio principio a la fundación de este nuestro convento de Nuestra Señora de la Salceda de esta dicha ciudad de Coro. Se levantó desde los cimientos la fábrica de la iglesia de dicho convento y haberla puesto en el punto que al presente está con puertas y ventanas, y con los demás adornos que tiene de altares, púlpito y reja en la capilla mayor, sin ayuda ninguna de los vecinos. Antes, en los principios de su erección y fábrica hubo muchos contratiempos del dicho pueblo. (...) Y con la ayuda de Dios y su hacienda ha hecho una obra y fábrica de este Convento (...) atento lo cual (...) de darle el título de fundador de este dicho Convento de Nuestra Señora de la Salceda de esta dicha ciudad de Coro, como de presente se lo damos, y que goce y tenga todas las gracias y privilegios que suelen tener los que son fundadores de nuestros conventos (...) y a la Señora nuestra hermana Inés López, su consorte y mujer, se le guarde y dé el mismo título ...»[1].

Fue este primer templo una modesta construcción de techo de paja, que transcurrió el siglo XVII entre incursiones de corsarios y piratas y el desmedro de la ciudad, cuya capitalidad y obispado fueron trasladados a Caracas. Con todo, se mantenía en base a censos, y su ritualidad incluía los entierros a su interior, que se detectan desde fines de ese siglo y que abarcan todo el espectro social, desde la modesta solicitud de María Jiménez en 1692, con mortaja blanca y "con cruz baja como pobre de solemnidad", hasta la del alférez don Juan de la Colina Peredo, familiar del Santo Oficio y procurador general de la ciudad de Coro, que en 1708 pidió ser enterrado "en la iglesia de Nuestro Padre San Francisco en la sepultura que eligieren mis albaceas", o la del corregidor Manuel Francisco Contín Romero, cuyo testamento de 1715 dispuso ser sepultado en el templo franciscano vestido con hábito de la tercera orden[2].  Pero además de los entierros, los grupos sociales de mejor posicionamiento buscaban, una vez consolidados, expresar a través de la ritualidad el poder adquirido. La colonia canaria se hizo presente en 1712, al fundar la cofradía de Nuestra Señora de la Candelaria[3]. Las primeras capillas también son de estos años, como lo revela en 1716 la disposición testamentaria del Maestro de Campo Nicolás Sánchez de Ágreda, cuyos albaceas narraron: "...cuando la dicha D. Juana Francisca de Soto, su mujer, tuvo muy mala y sacramentada en esta ciudad, ofreció y prometió dicho difunto al Glorioso Padre San Antonio de Padua fabricarle capilla en el convento de Señor San Francisco de esta ciudad, a expensas propias de su caudal si le daba salud y vida Dios Nuestro Señor por la intercesión del santo a la dicha su mujer, la cual su Divina Majestad fue servido de concedérsela, y así lo declaramos para que se cumpla dicha promesa, para que regulándose por personas prácticas e inteligentes, se saque el importe y costa que pudiere tener de lo mejor de sus bienes, y se entregue a las personas que dispusiere el muy reverendo Padre definidor fray Andrés Sangronis, quien si quisiere percibirla y entregarse de ella para el cumplimiento de dicha promesa, se le entregará; y así lo declaramos para que conste en descargo de la conciencia de dicho difunto"[4].   


Cal, piedra, ladrillo y teja: el templo en su segundo tiempo

Siglo XVIII. El barroco prosigue en España su dilatada estadía, y América recibe, en mayor o menor medida, los ecos de su presencia. En Coro, el templo franciscano, parte del conjunto conventual de comienzos del siglo XVII, evoluciona en forma progresiva y muy a su manera, hacia la teatralidad del barroco.

Cuatro años después de la disposición testamentaria de Nicolás Sánchez de Ágreda el templo cumplió un siglo de fundado e inició su segundo tiempo el 2 de mayo de 1720, cuando el maestro de albañilería Juan Hilario Bueno firmó con Cristóbal Dávalos y Chirino, regidor perpetuo de la ciudad y síndico del convento, un contrato por 600 pesos para hacer: «la fábrica de la Iglesia que se pretende de dicho convento, levantando las paredes de cal, piedra y ladrillo desde los simientos, que he de abrir, hasta enrasarlas, y así mismo la portería y sacristía y entexar después de enmaderada la dicha iglesia»[5].  Este segundo tiempo tal vez fuera resultado de la presión social sobre el templo, la cual como se ha visto venía desde comienzos del siglo, a través de los entierros, cofradías y capillas. La exploración arqueológica indica que este edificio fue una construcción de una sola nave, de entre 7 y 7,50 metros de ancho –8.5 a 9 varas, para la época-, adosada a la crujía occidental del convento, con su piso elevado unos 40-60 cm del piso 1, siendo  de baldosas cuadradas colocadas sobre una delgada capa de arcilla compactada[6].

 La fábrica de este segundo templo, ahora con techo entejado, símbolo de la estabilidad que en forma progresiva adquirieron las construcciones corianas, y además símbolo de elevado estatus social, fue a la par de la prosperidad de los grupos de poder insertos en la ciudad y la jurisdicción. Apellidos que venían desde el siglo XVII o que llegaron en el XVIII junto con la Compañía Guipuzcoana, ampliándose así el círculo de poder económico y las opciones sociales para la acendrada práctica endogámica que en materia de emparentamientos mantenían las familias con mayor dominio, y mediante la cual retenían y manejaban todas las instituciones: civiles, políticas, militares y eclesiásticas. Una cerrada estructura social que soportaba su bonanza económica en recurrentes intentos con el cacao hacia el oriente de la jurisdicción,  sobre la caña de azúcar en la serranía sureña y el ganado mayor y menor en su plano costero nor-occidental.

A partir de su reedificación San Francisco avanzó hacia lo que fue la cima de su esplendor, en la medida que los diferentes grupos sociales acudían a él con más intensidad para el ejercicio de su ritualidad. Las solicitudes de entierros en el templo fueron aumentando con el siglo y en la medida que surgieron nuevos altares y capillas. La ritualidad trentina y los ecos del barroco fueron penetrando la vida del templo. Las fuentes primarias permiten identificar, además de la capilla que albergaba el altar mayor, otras ocho: la de San Antonio de Padua –la más antigua detectada en fuentes primarias-, la de Nuestra Señora de la Concepción –en cuyo altar había una imagen de San José-, de Nuestra Señora de la Candelaria –en cuyo altar se veneraba a la Santísima Trinidad-, la de la Orden de Terceros, la de Nuestra Señora de Begoña, patrocinada por Ana de la Colina –con imágenes de Santa Ana y San Joaquín-, la de Nuestra Señora de la Soledad o de Dolores –patrocinada por Vicente Borges-, esta última con la importancia adicional de que en ella se veneraba el Santísimo; la de Santa Teresa y la de Jesús Nazareno, que el obispo Martí describió en su visita pastoral de 1773: «en el tercer tramo de la iglesia tiene con su techo tallado y dorado ocho varas de largo y seis de ancho», adornada con imágenes del Nazareno y el Niño Jesús, catorce cuadros de la pasión y un Cristo, entre otros objetos[7]. Por último, los altares de Santa Bárbara y San Benito –con un retablo de este santo-, y Nuestra Señora de la Paz[8]. 

La última década del siglo XVIII fue particularmente importante en la historia de la planta arquitectónica y el interior de este templo, debido a la serie de cambios plasmados tanto en fuentes primarias como en la exploración arqueológica. La profunda remodelación que se hizo entre 1791 y 1795 macrodimensionó el edificio, el cual fue llevado a tres naves y triplicó su ancho, que de 8.5 a 9 varas en 1720 pasó a 24 varas y media, correspondiendo más de 11 varas a la nave principal[9]. 
El dato arqueológico indica que desaparecieron las puertas que comunicaban iglesia y convento, y deduce el posible adosamiento de algunos altares a la pared de la nave de la epístola: «... tal como parecen indicarlo las concavidades que se observan en la madera de sus dinteles [de las ventanas]»[10].

Las capillas y altares existentes, y los nuevos, se distribuyeron entre las dos naves. De esta época parece ser la capilla de Santa Teresa, incluida en el informe de fray Joseph Girán de 1791. El mismo informe reporta que varias de estas capillas tenían los techos dorados y pintados, eran las de San Antonio, Jesús Nazareno, la Concepción, la Soledad, la de Begoña y la capilla del altar mayor. A los altares ya mencionados se sumó el de la virgen del Rosario, con una imagen de la Concepción.  

En 1794, y obviando la norma trentina que prohibía que el tabernáculo eucarístico se ubicara en capillas laterales, el padre visitador, fray Juan Esteban Carballo, ordenó el traslado del Santísimo Sacramento de la Capilla de la Soledad a la de Begoña. Todo indica que en San Francisco, y por causas desconocidas, no se acataba aquella disposición. Tal vez tenga relación con las grandes obras que en esos años se realizaban en todo el templo. Lo cierto es que esta decisión dio mayor rango a la capilla y se mantuvo cuando menos hasta 1801, cuando se mencionó la posibilidad de hacer un nuevo sagrario para la capilla de Begoña[11].

El esplendor del templo fue fugaz y se acompañó de una grave crisis social que se expresó el mismo año de su magna reinauguración, 1795, cuando en la sierra coriana negros libertos y esclavos, acompañados de otros desposeídos, protagonizaran una insurrección contra las autoridades locales, insurrección que no estuvo exenta de la presión ideológica antiesclavista abanderada por la Ilustración, la cual llegaba a América a través del arco caribeño. La extremada polarización social tuvo como resultados escenarios simultáneos y contradictorios, a la vez que complementarios. Por una parte, la máxima expresión de boato expresada por los grupos de poder local en el plano de la religiosidad. Por la otra, la más sangrienta represión contra los oprimidos de entonces, llevada a cabo por los mismos que elevaban altares y capillas, ornaban sus imágenes y pedían perdón por sus pecados. 

¿Quiénes hicieron estas capillas, sus retablos, sus techos, sus altares? Poco es lo que se sabe de la carpintería coriana en el siglo XVIII, la ausencia de gremios no contribuyó a guardar la memoria de esta actividad. Sin embargo, hubo carpinteros, y en las fuentes primarias emergen nombres como el del maestro de carpintería Francisco Clemente de Salas, activo ya para 1702 y cuyo testamento dejó constancia de su actividad en Coro; Manuel de Ojeda, cuyo inventario de bienes en 1712 incluye la lista completa de un taller de carpintería y herramientas incluso de tallista, y al que se ubica ya a finales del siglo XVII en las fuentes primarias; el sargento y maestro de carpintería Tomás Rodríguez de Medina, el corregidor Manuel Francisco Contín Romero, cuyo testamento de 1715 dejó constancia de sus habilidades como constructor, el capitán Lope Antonio Galíndez y Hurtado –que se trasladó a Barquisimeto-, en 1733 se ubican al capitán Diego de Chirino y a Sebastián de Atacho, relacionados con la construcción de viviendas; en 1742 al maestro Juan de Laya, mencionado en relación a obras de carpintería en la testamentaría del teniente y justicia mayor de Coro, don Juan Antonio de Ugarte; el alférez Juan Nicolás Contín Romero, que aparece en 1733 como carpintero y en 1745 hipotecando su herramienta de carpintería; Joseph Suárez –mulato libre activo en 1750 como maestro de carpintería- y Domingo Antonio Vital Gámez, reconocido en 1771 como maestro mayor de carpintero. Todos ellos –y otros desconocidos- se desenvolvieron en un amplio espectro de actividades asociadas con el manejo de la madera, destacando siempre en las fuentes primarias las construcciones y avalúos de casas. Sin embargo, no debe excluirse el que también hayan realizado tallas e incluso pinturas, ya que para esa época era usual la combinación de diversos oficios en torno a la madera[12]. En ausencia de mayores elementos, por aproximación cronológica podemos imaginar a uno o más de estos carpinteros de mediados del siglo XVIII involucrado en la hechura del artesonado y el retablo de la capilla de la virgen de Begoña, particularmente los llamados maestros.

La capilla de la virgen de Begoña

La devoción a la virgen de Begoña es propia de los vizcaínos y de los marineros, habiendo sido proclamada patrona del Señorío de Vizcaya el 18 de Junio 1735. Su fiesta se celebra el 15 de agosto. De allí que Ana María de la Colina Sangronis, nieta y esposa de vizcaínos[13], pocos años antes de su muerte, quizás hacia 1760, patrocinara la erección de la capilla de Nuestra Señora de Begoña, como consta de su testamento fechado 27-03-1767, el cual dejó constancia de una capellanía que su esposo debía instituir a nombre de ella : «por afecto y devoción que siempre tuvo Doña Ana María de la Colina a Nuestra Señora con el prodigioso título de Begoña, colocó su Santísima imagen en la capilla que para este efecto construyó en una de las Naves de dicho convento, erigiéndole Altar Suntuoso y adornado, donde se venera dicha imagen de Begoña, con ánimo de que anualmente se le haga fiesta solemne con víspera, tercia, misa, procesión y sermón el día quince de agosto (...) gastándose lo necesario en cera, e incienso y música, ...»[14]. Para su muerte la capilla –de casi 25 m2- estaba concluida, ello incluía el techo interior artesonado –cuya altura máxima era de 6.26 m-[15], su altar y retablo, considerados de factura artesanal coriana. La capilla quedó al cuido del viudo de Ana María, quien en 1772 la menciona en su primer testamento, pidiendo ser sepultado: «en el convento del seráfico Padre San Francisco de esta ciudad, en la capilla que allí tengo dedicada a la Santísima imagen de Ntra. Sra. de Begoña»[16].

El techo de la capilla era pintado y dorado, había un retablo de tres nichos también pintado y dorado, con tallas de Santa Ana (Figura 1) y San Joaquín (Figura 2) flanqueando a la virgen de Begoña, que llevaba una corona imperial de plata[17]. Las tallas de Santa Ana y San Joaquín eran mexicanas, y quedaron mencionadas en el testamento de 1767 de Ana María de la Colina, quien instituyó una capellanía para financiar la fiesta de Santa Ana: «... que tenía devoción de hacer, y se haya colocada la imagen de dicha santa en uno de los nichos de la capilla de Nuestra Señora de Begoña en el referido convento.», y otra capellanía para San Joaquín: «... cuya imagen del referido santo se halla colocada en otro de los nichos de la Capilla de Nuestra Señora de Begoña en el expresado convento»[18].  La mención de 1791 al techo pintado y dorado es la primera y única referencia histórica al artesonado de San Francisco encontrada hasta la actualidad, y permite jugar con la hipótesis de que retablo y artesonado guardaban una unidad de estilo basada en motivos vegetales: flores, fronda, espigas y otros; dorado en los relieves y dominio en la policromía del verde malaquita, rojo cinabrio y azul de Prusia. El resultado, un tallo vegetal renacentista evolucionado hacia el gusto barroco, tanto por sus colores como por la profusión del decorado y el manejo del dorado como elemento de realce. A esto debe agregarse el juego de luces resultante de lo que debe haber sido un diseño intencional que conjuga la división azul-dorado y rojo-dorado más el florón, dorado en su totalidad, irradiados por la luz de una lámpara de plata.

Imaginémonos, entonces, caminando hacia el fondo del templo, sobre la nave del evangelio, cruzando el arco carpanel de tres centros que da acceso a la pequeña capilla, su artesonado de ochavo en estructura cupular, retablo, sagrario y hechuras de bulto, todo policromado y dorado, iluminada por una lámpara de plata que pendía de un florón hojillado en oro, cuya luz envolvía al florón mismo, rebotaba en las tapas, tapajuntas y pechinas, enfatizando los dorados de las flores, espigas y demás decoraciones fitomórficas, dando vida al verde malaquita, rojo cinabrio y el azul de Prusia. San Juan, san Mateo, san Lucas y san Marcos flanqueando al devoto desde las cuatro pechinas. Al fondo y al centro del retablo, la virgen de Begoña y el Niño imponiéndose luminosos con su oropel de plata, oro y pedrería: corona imperial, potencias, botones, gargantillas y pulseras de perlas, sortijas ... zapatos de plata[19]. Santa Ana y san Joaquín flanqueándola con su policromía en dorado, sus miradas de vidrio iluminado dominando el plano frontal. Más luces de velas, humo que asciende, olores de cera e incienso propios de la ritualidad cotidiana de la época. Un teatro de luces, colores y olores con ocho personajes divinos imponiendo su rango en el pequeño espacio; a sus pies, los benefactores de la capilla y otros privilegiados buscando el descanso eterno; y por último el creyente, ubicado ante la imagen devocional, sintiéndose envuelto por aquella luminosidad que llegaba desde todos los ángulos, creando una atmósfera de recogimiento trentino.

Descripción formal de la obra
La capilla del evangelio del templo de San Francisco es un espacio rectangular de medianas dimensiones, ubicado en la nave derecha del templo, colindante con el antiguo convento y a la altura del presbiterio. Su acceso se da a través de un arco carpanel de tres centros, con moldura en el trasdós, a la altura de la línea de la imposta. Hacia su izquierda, dando acceso hacia el presbiterio, hay otro arco, quizás abierto en 1793, cuando el Santísimo fue trasladado a esa capilla. Un tercer arco que había en la pared testera se encuentra hoy tapiado. A su lado derecho hay una puerta colocada en 1984, que sustituyó a una ventana tapiada1.

La capilla presenta una doble cubierta. La inferior es un artesonado de ochavo2 con doble base3, de madera de cedro –actualmente en parte desmontado y en proceso de restauración-, sobre pechinas donde están representados los cuatro evangelistas y sus símbolos. La obra está integrada por 96 piezas. Una de estas pechinas desapareció, tras su desmantelamiento en una de las tantas intervenciones que la edificación sufrió en los últimos treinta años. Cabe destacar que sobre ésta era donde se producían las mayores escorrentías de agua ocasionadas por las filtraciones del techo.

El banco octogonal está formado por 40 tapas (Figura 3), 16 de ellas en forma de triángulo. Sobre cada segmento de la primera base se apoyan las tres tapas principales, flanqueadas en sus extremos inferiores por dos tapas triangulares de pequeñas dimensiones. Todas estas piezas, sin excepción, poseen elementos decorativos en relieve, con decoraciones fitomórficas en color y/o doradas a la hojilla.  Los colores son propios de la época: rojo puro y azul grisáceo, este último recubierto con una capa no homogénea de color blanco, con cola animal como aglutinante4, y dorado a la hojilla en los elementos decorativos en relieve, a modo de espigas florales, que adornan las 24 tapas.

Sobre la parte superior de este entramado descansa una segunda base que soporta una estructura cupular también de madera de cedro, formada por doce tapas unidas en su parte superior a un florón con decoración fitomórfica de gajos adosados en forma concéntrica, de donde pendía una lámpara de plata (Figura 4). Destacan en la policromía de esta sección el fondo rojo con resaltes grises, que contrasta contra el dorado del florón. El conjunto se enmarca por tapajuntas que alternan los colores de la capa pictórica. La división gris-dorado o rojo-dorado cubre el artesonado excepto en las pechinas y el florón, dorados en su totalidad.

Un ausente a la espera de su momento

Templo y convento decayeron rápidamente, ya que para comienzos del XIX se reportaban problemas de financiamiento que repercutían en el mantenimiento del conjunto eclesial. La guerra de Independencia y la guerra Federal terminaron por deteriorar ambas estructuras. Altares y capillas fueron  bien desmantelados o destruidos durante las conflagraciones. En algún momento desapareció la virgen que le daba su nombre, mas permaneció como Capilla del Santísimo. Por lo que toca al artesonado, su permanencia puede atribuirse a una serie de oportunas coyunturas. No fue agredido durante los numerosos sucesos bélicos del siglo XIX –quizás por su ubicación en alto, esquinera y de fondo-. No fue eliminado en las profundas modificaciones de comienzos del siglo XX. En las agresivas intervenciones de los años ochenta y noventa de ese siglo nadie lo consideró propio. Salvo honrosas excepciones, arquitectos e ingenieros lo obviaron. Un oportuno vacío en la planificación de obras públicas venezolanas, que no incluye techos interiores como éste, carentes de función estructural y por tanto de atractivo financiero para ingenieros y arquitectos, y el desconocimiento de su valor artístico, cultural e histórico; han constituido a la vez su debilidad y fortaleza. En su debilidad fue penetrado por patologías diversas y avanzando el deterioro, sin que hubiese interés por su restauración pero tampoco por su remoción. Preocupados especialistas y contratistas en la nave central, pisos y muros –espacios financieramente más atractivos-, sobre ellos recayó todo el peso de las nociones etnocéntricas asociadas al desarrollo y la minusvaluación de lo propio. Ello explica la remoción del ladrillo artesanal, la destrucción de los restos de pintura colonial y del techo policromado de la nave central, el arrasamiento de las áreas de entierros, entre otros actos. En este mare mágnum de destrucción la pequeña capilla con su techo interior se convirtió en un convidado de piedra, ajeno a todo proyecto, por no incluirse historiadores, arqueólogos ni restauradores en los equipos de las instituciones que tuvieron responsabilidad en su momento. Y en ello radicó una inédita fortaleza: mantenerse casi completo y a la espera de su momento. 
La restauración

En agosto de 1997, la Corporación Mariano de Talavera (CMT), en su calidad de representante del Instituto de Patrimonio Cultural (IPC), elaboró un informe técnico sobre las principales patologías del templo, y contactó con la World Monuments Fund. En este informe, por primera vez, se detalla el estado de conservación del artesonado, gravemente afectado por ataque biológico (comején)22. Simultáneamente, la edificación ingresó el 17 de junio de ese mismo año a la lista 1998-1999 del Programa Vigía de los Monumentos del Mundo, como uno de los cien sitios en mayor peligro, siendo –entre todos los inmuebles de la zona monumental de Coro- el que ha presentado más fallas y amenazas de colapso en los últimos años, agudizadas por las lluvias de diciembre de 1999. A raíz de su inclusión en la lista, recibió un financiamiento de 50000 dls., que ha sido canalizado hacia la restauración del artesonado. Fue incluido nuevamente en la lista 2000-2001.

En función a lo anterior, en agosto de 1997 la CMT contrató al Taller de Conservación de Madera Policromía, para el levantamiento planimétrico del artesonado de la Capilla del Santísimo. Ese mismo año fue desmontado parcialmente para someterlo a proceso de restauración. Es la primera ocasión que se detecta, de manera decidida y argumentada, la preocupación de una institución por el estado de esta obra, ya que hasta entonces todos los esfuerzos e inversión se habían concentrado en otros componentes de la planta arquitectónica, obviando esta techumbre, en lo que se advierte como una evidente incapacidad de los responsables para comprender los diversos componentes de la edificación, así como la necesidad del trabajo interdisciplinario y en equipo.

A partir de 1997 se han efectuado varias intervenciones y estudios, destacando tres: el sondeo arqueológico del templo, la elaboración de un proyecto de restauración integral del templo que sin embargo, una vez más, carece de la visualización y el análisis de la unidad artesonado-edificación; y el proyecto y ejecución de la restauración del artesonado a partir de una labor multidisciplinaria, el cual fue concluido en el año 2003 y que pasó por comprender, en primera instancia, tanto la evolución arquitectónica  del templo como los cambios sucedidos en su planta arquitectónica y bienes muebles tras la desaparición del complejo eclesial.



Proceso de restauración
Diagnóstico del estado de conservación

Al momento de su desmonte se realizó una conservación pasiva, clasificándose todos los elementos y fragmentos, efectuándose una limpieza superficial del polvo y tratamiento fitosanitario con piretroides por la cara posterior de tapas y tapajuntas de cada uno de los faldones. El diagnóstico del estado de conservación de la obra arrojó:
1) Infestación de hongos e insectos xilófagos. Junto a las zonas degradadas por los xilófagos se apreciaron grietas y desprendimientos de la policromía debido a los movimientos de dilatación y contracción de la madera ocasionados por las oscilaciones micro climáticas, las agresiones mecánicas y depósitos y capas de suciedad de distinto origen.
2) Desprendimiento de base de preparación, capa pictórica y hojilla de oro; falta de adherencia por rupturas adhesivas y cohesivas del estrato debido a las mismas condiciones expuestas.
3) Suciedad y partículas de polvo adheridas en el sustrato exterior, provocando oscurecimiento general, atenuando la intensidad de los colores en las policromías y el brillo del oro. También había manchas producidas por la humedad.
4) Fragilidad en el soporte de la obra y degradacion en la estructura de sostén a consecuencia de las escorrentias de agua que sobre algunos de los faldones eran frecuentes.


Análisis químicos

Para identificar las técnicas de manufacturas y materiales se realizaron análisis químicos previos a la intervención, que fueron realizados por el Departamento de Pintura del Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología de La Habana (CENCREM); utilizándose técnicas estratigráficas, microquímicas y de tinciones selectivas[20].  Así mismo se realizaron en la Universidad Externado de Colombia, los análisis que permitieron la identificación de los pigmentos utilizados en la obra.

Los análisis concluyeron que la obra fue ejecutada al temple empleando huevo como aglutinante de sus pigmentos, y la base de preparación está constituida por carbonato de calcio y cola. La poca documentación histórica que hay sobre la manufactura de la pieza y técnicas empleadas durante su ejecución, hizo al equipo de especialistas decidir que el último estrato de pintura (blanco), en primera instancia considerado un repinte, no fuese removido, sino que se consolidara para, luego de hacer exámenes y proseguir la investigación histórica que ayude al mejor conocimiento de su devenir, proceder a la toma de decisiones. Este fue un problema de primer orden, no porque afectara la conservación del artesonado, sino porque los criterios para determinar su permanencia variaban según el criterio de cada especialista. Así, para unos era un repinte que alteraba la estética de la obra, para otros era una técnica común en la época de ejecución del artesonado, y descartaban su liberación. Hipótesis ambas que no han podido dilucidarse.

Criterios de intervención

Las intervenciones se encaminaron a dar estabilidad estructural al artesonado, consolidar las capas pictóricas y limpiar la superficie. Como ya se explicó, por falta de datos históricos no se planteó la eliminación de elementos considerados ajenos al original (capa pictórica blanca), pero sí la adición de pequeñas partes faltantes, así como determinar las causas de las patologías e investigar el deterioro. Se decidió la mínima intervención posible, para conservar la obra con pleno respeto al original. La restauración termina en el momento que aparece la duda.

Se tomaron precauciones durante la limpieza ante la posible pérdida de los estratos debido a la fragilidad de la obra tratada. Esta limpieza se realizó en forma mecánica, empleando sistemas de aspiración una vez consolidados los estratos, removiendo cuidadosamente con pinceles y brochas suaves en las zonas de difícil acceso.

Se hicieron pruebas de compatibilidad y/o agresión de los diferentes materiales utilizados como fijativos, adhesivos y consolidantes; buscando soluciones compatibles con las técnicas constructivas originales y tipo de alteración presente, así como con los criterios básicos de la restauración.

Se decidió emplear diferentes formas de unión y ensamble, apelando a una pasta de relleno a base de acetato de polivinilo y aserrín. Las grietas producidas por las tensiones o defectos en la madera, fueron cerradas con la ayuda de tensores parciales y luego selladas con aserrín y acetato de polivinilo. En las de mayor envergadura se enteló la parte posterior con loneta cruda y engrudo.

Se emplearon adhesivos naturales, colas suaves, a las que se les aplicó un producto funguicida preservativo también natural, para evitar la posible proliferación de colonias en un medio propicio. Se aplicaron junto con el papel japonés para evitar el desplazamiento de pequeñas partículas en las zonas más pulverulentas, y en los casos más críticos se consolidó a base de cola suave y metacrilatos.

La limpieza del dorado se realizó con solventes e hisopos. La reintegración de la base de preparación se hizo con pasta de carbonato de calcio y cola animal, bol de armenia y luego hojilla de 22 kilates, capa de goma laca y una capa de protección.

Se decidió respetar la legibilidad o diferenciación de las reintegraciones realizadas, distinguiéndose lo original de lo restaurado o añadido, sin distorsionar la integridad estética de la obra. Así, para la reintegración cromática se utilizó exclusivamente acuarela, por su excelente reversibilidad, aplicándola en forma de veladuras y en un tono inferior al original, para tener la posibilidad de distinguir visualmente la laguna a corta distancia y no caer en un posible falseamiento. Así mismo, la base de preparación se elaboró con carbonato de calcio y cola animal, respetando la manufactura original de la obra. Finalmente, se procedió a aplicar una capa de protección sobre la base de preparación.



BIBLIOGRAFÍA

Fuentes primarias en archivo

Archivo Arquidiocesano de Caracas-Fondo Franciscanos, legajo 14, conventos Carora-Coro. 

Archivo Histórico de Falcón, Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda (AHF-UNEFM), Sección Instrumentos Públicos (SIP), Tomo I, Tomo II, Tomo VIII, Tomo XXIII, Tomo XXXVI, Tomo XL, Tomo XLI, Tomo XLIII.

AHF-UNEFM, Sección Testamentarías (ST). Cajas Nº 2, 4, 5, 38.

Carballo, Jorgelina (2001). Análisis de un artesonado venezolano. Cuba, Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología (inédito).

Castillo, Lucas Gmo. (1983). Santa Ana de Coro: dos obispos y un convento. Ediciones del Congreso de la República. Caracas.

Gasparini, Graziano (1961). La arquitectura colonial de Coro. Ediciones A, Caracas.

Gómez, Lino (1974). La provincia franciscana de Santa Cruz de Caracas. Tomo I. Edición ANH, Caracas, 1974.

Martí, Mariano (1969). Documentos relativos a su visita pastoral de la Diócesis de Caracas. 1771-1784, T. IV (Inventarios). Edición ANH, Caracas.

Ochea, Milagro y Vivas, Virginia (2001). Proyecto de restauración integral de la iglesia de San Francisco, Caracas, (Inédito).

Zucchi, Alberta (2000). Recuperando el pasado: arqueología e historia documental de la iglesia de San Francisco de Coro. Caracas. IVIC, (Inédito).


[1] Archivo Arquidiocesano de Caracas-Fondo Franciscanos (FF)r, legajo 14, conventos Carora-Coro. El documento de 1620 estaba en poder de Beatriz Hernández, hija de Ambrosio, quien lo entregó a Figueroa.
[2] Archivo Histórico de Falcón, Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda (AHF-UNEFM), Sección Instrumentos Públicos (SIP), T. I, F. 283-284v; AHF-UNEFM, SIP. T. II, F. 6-7v. AHF-UNEFM, Sección Testamentarías (ST). Caja Nº 4. Testamentaría de Manuel Contín Romero, F. 1-10.
[3] Archivo General de Indias, Sección Santo Domingo (SSD), L. 33, F. 577-605.
[4] AHF-UNEFM, ST. Caja Nº 4. Testamentaría de Nicolás Sánchez de Ágreda, F. 1-22v
[5] AHF-UNEFM, SIP, T. VIII, F. 216.
[6] Alberta Zucchi, Recuperando el pasado: arqueología e historia documental de la iglesia de San Francisco de Coro. Caracas. IVIC, 2000 (Inédito), pp. 41, 120-122, 130.
[7] Mariano Martí, Documentos relativos a su visita pastoral de la Diócesis de Caracas. 1771-1784, t. IV (Inventarios). Edición ANH. Caracas, 1969, p. 32.
[8] Diversos documentos de la Sección de Instrumentos Públicos y Sección Testamentarías, Archivo Histórico de Falcón-UNEFM, mencionan estas capillas, destacando entre ellos el testamento del canario Sebastián Joseph de Talavera (1778), regidor perpetuo. AHF-UNEFM, SIP, T. XL (1779-1782), F. 66-81v. Una descripción en detalle se encuentra en el inventario que en 1791 hiciera fray Joseph Girán. AGN, Convento de la Salceda de Coro, Libro Nº 4 “Alhajas y autos de visita”. En: Lucas Gmo. Castillo. Santa Ana de Coro: dos obispos y un convento. Ediciones del Congreso de la República. Caracas, 1983, pp. 35-40.
[9] Fray Lino Gómez Canedo extrajo varios datos del “Libro Becerro” del convento, fechado 1796 y hoy desaparecido. Algunos los proporcionó al Arq. Graciano Gasparini, quien los aporta sin mencionar la fuente. Lino Gómez Canedo. La provincia franciscana de Santa Cruz de Caracas. Caracas, edición ANH, 1974, Tomo I, p. 85; Graziano Gasparini. La arquitectura colonial de Coro. Caracas, ediciones A, 1961, p. 175.
[10] Zucchi, Ob. Cit., p. 14.
[11] AGN, Libros del convento de Coro, N° 4. En: Lucas Gmo. Castillo, Ob. Cit., p. 46.
[12] AHF-UNEFM, ST, Caja Nº 5. Testamentaría de Francisco Clemente de Salas, F. 18-23; AHF-UNEFM, ST, Caja Nº 5. Testamentaría del Pbro. Francisco Jorge de Olivera, F. 74-93; AHF-UNEFM, ST, Caja Nº 2. Testamentaría del alférez Manuel de Ojeda,  F. 1-5; AHF-UNEFM, ST, Caja Nº 2. Testamentaría de Juan Luis Bello,  F. 10-11; AHF-UNEFM, ST, Caja Nº 4. Testamentaría de Manuel Contín Romero, F. 1-10; AHF-UNEFM, ST, Caja Nº 13. Testamentaría de Pedro Perozo de Cervantes, F. 1-13v; AHF-UNEFM, ST, Caja Nº 17. Testamentaría de don Juan Antonio de Ugarte, F. 57-64; AHF-UNEFM, ST, Caja Nº 38. Testamentaría de Juan Nicolás Contín Romero, F. 52-57 y 36v-37v; AHF-UNEFM, SIP, T. XXIII, F. 424-426.
[13] El abuelo de Ana María, Pedro Sangronis, fue regidor y alcalde provincial de la Santa Hermandad; y su esposo, José Antonio de Zárraga, fue hijo de los también vizcaínos Juan Bautista de Zárraga y Antonia de                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                        Mosti.
[14] «Testamento de Ana María de la Colina. Coro, 27-03-1767», «Documento de creación de capellanías por voluntad de Ana María de la Colina. Coro, 2-12-1774». AAC-FF, legajo 14, conventos Carora-Coro. El énfasis es nuestro.
[15] Medidas tomadas de: Milagro Ochea y Virginia Vivas, Proyecto de restauración integral de la iglesia de San Francisco, Caracas, 2001, (Inédito).
[16] AHF-UNEFM, SIP, T. XXXVI, F. 479v.
[17] Inventario de fray Joseph Girán (1791). En: AGN. Convento de la Salceda. Coro. Libro N° 4. Citado por: Lucas G. Castillo, Ob. Cit., p.40.
[18] «Testamento de Ana María de la Colina. Coro, 27-03-1767». AAC-FF, legajo 14, conventos Carora-Coro.
[19] Inventario de fray Joseph Girán (1791). En: AGN. Convento de la Salceda. Coro. Libro N° 4. Citado por: Lucas G. Castillo, Ob. Cit., p.40.
[20] Jorgelina Carballo (2001). Análisis de un artesonado venezolano. Cuba, Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología (inédito).

sábado, 19 de febrero de 2011

Resumen del libro "Un templo y un ausente: San Francisco de Coro y su artesonado"


Un templo y un ausente: 
San Francisco de Coro y su artesonado

Blanca Isabel De Lima
Ministerio de la Cultura.
Ediciones El Perro y la Rana.
Colección Cada Día un Libro.
Caracas. 2006. 117 pp.
ISBN 980-376-140-4
Siete fotografías en blanco y negro.

El templo de San Francisco de la ciudad de Coro fue una de las máximas expresiones del esplendor y boato de las elites de la jurisdicción de Coro en el periodo colonial. El libro recorre la historia arquitectónica y social de este templo desde sus orígenes como modesta estructura con techo de paja, durante la segunda década del siglo XVII, hasta el tiempo presente, como patrimonio mundial en peligro. Se particulariza la capilla de la virgen de Begoña, que fue patrocinada por Ana María de la Colina Sangronis, nieta y esposa de vizcaínos, como consta en su testamento de 1767. El techo de esta capilla, único sobreviviente del periodo colonial en el templo, es de factura artesanal coriana y está pintado y dorado. Había un retablo de tres nichos también pintado y dorado, con tallas de santa Ana y san Joaquín flanqueando a la virgen de Begoña, que llevaba una corona imperial de plata. El decurso de la capilla y su techo artesonado se acompaña de las otras capillas que tuvo el templo y de las criptas, todo enmarcado en el contexto económico y social de la jurisdicción coriana. También se hace una aproximación a los maestros de la madera en el Coro del siglo XVIII identificados en fuentes primarias, y que pudieron estar involucrados en la elaboración del artesonado y su retablo. El libro culmina con una crítica a los criterios de intervención que las diferentes instancias del Estado venezolano tuvieron entre los años setenta y noventa del siglo XX, criterios que afectaron este patrimonio edificado al destruirse y saquearse componentes de valor como maderas y policromía, y afectarse severamente su integridad estructural, colocándolo en la lista de patrimonios mundiales en peligro.

sábado, 12 de febrero de 2011

La crisis del café coriano y la firma Isaac A. Senior e hijo (1896-1900)


Blanca  De Lima
Artículo publicado en: Ensayos Históricos
Anuario del Instituto de Estudios Hispanoamericanos. FHE-UCV.
Segunda etapa. Nº 10. 1998. Pp. 127-146.


Introducción

En el último quinquenio del pasado siglo se desencadena una crisis mundial en el mercado del café, causada por la sobreproducción del grano. Dicha crisis se prolongaría con altibajos cuando menos hasta la segunda década de este siglo.

            La correspondencia comercial y privada que reposa en el Fondo Senior-Archivo Histórico de Coro (en adelante AHC-FS), permite adentrarse y recorrer, de manos de los exportadores e importadores, el estallido de la crisis cafetalera y sus secuelas en la región coriana. Esta región formaba hacia el sur –y a partir de Coro- un triángulo de base invertida cuyo vértice penetraba hasta los Andes trujillanos, incluyendo poblados como Aguada Grande, Baragua, Siquisique, El Copey, Duaca, Carora, Río Tocuyo, Curarigua, Agua Viva, El Tocuyo, Carache, Pampanito y Boconó. Por el norte, la región crecía hacia el exterior a partir del enlace Coro-Curazao. Desde esta isla –estrechamente involucrada no sólo en la vida económica de Coro, sino también en la social y política- los comerciantes exportadores de Coro se vinculaban con New York, Hamburgo, Havre, Manchester, Belfast, Barcelona (España) y otras ciudades europeas.

            Gradualmente, desde 1895, la correspondencia del Fondo Senior va desplegando, uno a uno, los elementos regionales, nacionales e internacionales que incidieron en la crisis del café. El análisis de este conjunto documental permite detallar las particularidades de aquella crisis, viéndolo a partir de los avatares de la razón social I. A. Senior e hijo (Isaac A. Senior e hijo, conocida en la memoria oral como Casa Senior), sus clientes en el exterior y sus deudores y clientes del interior. I. A. Senior e hijo era integrante de la élite económica de origen sefardita que se apoyaba en el sistema productivo local para avanzar su proceso de acumulación. Esta razón social surgió en el año 1884, cuando a la casa comercial Isaac A. Senior se unió su hijo Josías. Posteriormente, en el año 1900, se asociarían otros dos hijos: Morry y Jacobo (AHC-FS, Caja SN (I), Docs. Nº 1 y 60).

            Quedan entonces tres niveles de una misma crisis: internacional, nacional y regional, reunidos en un conjunto documental rico en detalles económicos, políticos, financieros y sociales concernientes al grano que permiten conocer un aspecto y un segmento de la historia económica de Coro, comprendiéndola mejor en su articulación a la economía nacional y mundial para perfilar cada vez con mayor complejidad lo que fuera, a finales del pasado siglo, la región coriana.


1.      Los actores sociales y las redes comerciales

La exploración del Fondo Senior ayuda a perfilar a los actores sociales del comercio del café coriano en la crisis de finales del pasado siglo. Por una parte un grupo de alta fortaleza económica: los comerciantes exportadores, radicados en la ciudad de Coro y asociados por su origen bien a los descendientes de la población colonial, bien a los migrantes curazoleños de ascendencia sefardita; en segundo plano, el grupo de comerciantes-productores-intermediarios a nivel regional, dispersos en el área de influencia de la Casa Senior y captadores de una producción cafetalera altamente dispersa, la cual era centralizada en Coro para su exportación. Por último estaba el eslabón más débil de la cadena: los productores-consumidores, en su generalidad pequeños propietarios de conucos esparcidos por Falcón y Lara, sometidos a la dinámica de los exportadores, produciendo con tecnologías atrasadas y supeditadas a las oscilaciones del mercado nacional y mundial.

Estos tres grandes grupos quedaban íntimamente insertos en una red cuyos hilos dependían de la ciudad de Coro y su enlace: Curazao. El comerciante instalado en Coro controlaba, mediante sus intermediarios, a la pléyade de pequeños productores ubicados en poblados como Cabure, Curimagua, Pedregal, Cieneguita, Purureche, Mapararí, Piedra Grande, Churuguara, Parupano, Agua Viva y Sabaneta. Coro se convertía en el centro de numerosas operaciones que ataban de manera definitiva a toda la estructura social involucrada en el negocio del café: depósito del grano, compra adelantada de cosechas, cobro y envío de remesas de dinero, venta de otros productos, venta de giros, comunicación por carta y telégrafo, sede de consulados, sede de agencia bancaria, comunicación marítima al exterior, … A su vez, el exportador coriano extendía su red en forma sólida y permanente hasta Curazao, desde donde era constante y rápido en el contacto con los grandes centros captadores del grano: New York, Hamburgo y El Havre.

             
2. El exportador y las grandes casas internacionales

            Los más antiguos contactos de operaciones con café de I. A. Senior remiten al año 1892, cuando la firma Sigismundo Weil, desde Hamburgo, le fija un crédito en blanco para transacciones con café, a la vez que le ofrece apoyo para conseguir otro crédito en blanco con la firma francesa Busch & Ca., de El Havre, especialista en ventas de este grano, y comienza a orientarlo sobre el mercado hamburgués.

            En el año 1895, y cuando menos hasta finales de 1897, Weil envió reportes sobre el mercado del café en Hamburgo. Entre la correspondencia de tipo comercial -remitida a I. A. Senior e hijo- y la privada -remitida a Josías L. Senior-, Weil enviaba hasta 5 cartas mensuales. En ellas, además de reportar la situación del grano, aconsejaba a Senior sobre cómo movilizarse (AHC-FS, Cajas 6, 17, 103). Weil fue, además, representante y comisionista de I. A. Senior e hijo ante diversas casas europeas, donde adquiría para éste productos manufacturados y materias primas.

             Pero si en Hamburgo S. Weil representó y salvaguardó los intereses de Senior, en los Estados Unidos la firma D. A. de Lima & Co. (New York), razón social también de origen sefardita antillano, fue apoyo fundamental para la firma coriana, a quien respaldó inclusive en aspectos legales. 

A partir del año 1895 se encuentran reportes enviados cada diez días, informando sobre el mercado del café y los cueros de chivo en New York.  Su correspondencia permite recorrer en detalle la crisis del café asociada a problemas internos de la economía y política norteamericana  y obtener información sobre las cosechas de café de distintas partes del mundo.

            Aunque sus operaciones con Senior se centraron en la exportación de pieles de chivo, la razón social Mecke & Co. de New York le ofreció a mediados de 1895 un crédito por 5000 pesos oro americano, interesados en café y pieles. A partir de entonces envió informes cada diez o quince días, referidos al mercado del café y los cueros de chivo en la plaza newyorquina; informes que se han ubicado desde julio de 1895 hasta diciembre de 1896. 

            Finalmente está la relación Senior-Quesnel. Entre julio de 1895 y diciembre de 1896, cuando menos, Albert Quesnel & Cie. envió también detallados reportes quincenales del comportamiento del mercado del café en El Havre, incluyendo los precios del café coriano e incluso del clasificado como Puerto Cabello trillados (AHC- FS, Caja 5, Docs. Nº 98 a 118). 


3. Las grandes casas nacionales: Boulton & Co. (Puerto Cabello)

Para la época de la crisis del café mencionada, I. A. Senior e hijo  mantenía relaciones con H.L. Boulton Jr. & Co. (Maracaibo), quien supervisaba sus actividades como agente de la naviera D Roja. Por esta circunstancia, Boulton debía recibir remesas enviadas por Senior a Puerto Cabello; pero sucedía que era frecuente la imposibilidad de hacerlas llegar. El represamiento del dinero en Coro afectaba los intereses de Boulton. Esta coyuntura le indujo a proponer a Senior, en enero de 1895, hacer embarques de ensayo con café de la sierra y cueros de chivo, remitidos a Boulton, Bliss & Dallet en New York. Ya para 1896 estaba en marcha la exportación de café tipo Sierra, de diferentes calidades, para Boulton, adquirido por Senior como intermediario a cambio de una comisión. Este café se enviaba a Nueva York.

La comunicación Senior-Boulton aporta información sobre límites de precios al grano, reportes sobre el mercado internacional y nacional del café, instrucciones generales sobre las adquisiciones del grano, entre otros aspectos.


4. Las cartas de la crisis

4.1 Las casas internacionales: “¿Dónde vamos a parar por fin con esta baja?”

Julio de 1895 es un mes clave. En su transcurso la Casa Senior recibe los primeros indicios internacionales de la crisis. Según la correspondencia de Quesnel, la baja se inicia ese mes cuando, exceptuando el café brasileño Santos, otras clases de café registraron bajas de 1 a 2 francos por quintal en medio de un mercado lento, situación que Quesnel explicó como característica de esa época del año (AHC-FS, Caja 5, Docs. Nº 98 a 118). Desde New York, los reportes de de Lima comienzan a insinuar la crisis, al mencionar poca demanda, ventas difíciles y un mercado que calificaban de encalmado (AHC-FS, Caja 2, Docs. Nº 241 y 239). 

Enterado de la baja del café en Estados Unidos, Weil consideraba que no habría mucha pérdida en Hamburgo; y aunque para julio hubo una baja de precios, consideró que subirían nuevamente para agosto-septiembre. La excepción en estos reportes iniciales es Mecke & Co., anunciando un mercado tranquilo y firme al tiempo que ofrecía a Senior un crédito para operaciones con café y pieles. Quizás el deseo de captar al cliente le hizo emitir reportes favorables al mercado (AHC-FS, Caja 4, Doc. Nº 289). Por lo que respecta al mercado de El Havre, hubo en agosto una mejoría de precios, pero la elevación no fue apreciable para los cafés de Coro. Aunado a esto, Quesnel informó la llegada a Europa de fuertes envíos de Brasil (AHC- FS, Caja 5, Docs. Nº 114 a 118). 

Pesimista, de Lima inició agosto advirtiendo que la situación “dejaba mucho que desear”, tenían café sin vender y veía amenazante un mercado deprimido y con fuertes existencias, el resto del mes el mercado se reportó quieto y firmes los precios (AHC-FS, Caja 2, Docs. Nº 236, 232 y 229). Por su parte, Mecke persistía en informar sobre la tranquilidad del mercado  newyorquino, pero a inicios de septiembre la situación era tan evidente que por vez primera mencionó “grandes entradas de cafés de Río y Santos” con una cosecha mayor a la inicialmente estimada y poca demanda del grano en medio de un mercado aún tranquilo (AHC-, FS, Caja 4, Docs. Nº 283, 282, 281 y 279).

En Hamburgo, Weil seguía esperando en septiembre que el mercado se reanimara, tenía café de Senior en depósito y quería venderlo en las mejores condiciones. Sin embargo, la espera fue inútil, y en octubre avisaba que el café había sido vendido a precios bajos “dada la abundancia de clases ordinarias” (AHC-FS, Caja 6, Docs. Nº 28 y 281). Esta progresiva debilidad del mercado europeo la ratificaba Quesnel, quien anunció en septiembre la baja del precio del Santos debido a los fuertes envíos; pero con espíritu optimista, no creía que el movimiento a la baja se acentuara. Sin embargo, el optimismo de Quesnel desapareció progresivamente, en la medida que septiembre y los meses restantes de 1895 alejaron cualquier prospecto de mejora en la situación del café. La baja se acentuaba a la par de dos elementos: anuncios de una cosecha no sólo muy fuerte, sino también adelantada; y la estrategia de los brasileños de hacer grandes concesiones para entrar al mercado (AHC-FS, Caja 5, Docs. Nº 108 a 113). Weil, por su parte, termina el año reportando un mercado quieto, con precios a la baja, sobre todo en cafés ordinarios. El escepticismo asomó en diciembre: “Al parecer la baja va a ser duradera”. Aún así, tanto Quesnel como Weil esperaban una reanimación para enero de 1896 (AHC-FS, Caja 6, Docs. Nº 272 y 262. Caja 5, Docs. Nº 108 a 113).

El mercado newyorquino siguió su declinar. Para preocupación de Senior, Mecke informaba que mientras las clases superiores afirmaban su posición las clases ordinarias suaves americanas -que incluía el grueso del café coriano- tenían un competidor en los cafés de Santos. El mercado en general resultaba afectado por los grandes arribos desde puertos brasileños, y advertía que: “… los cafés suaves americanos tendrán una tendencia a ceder precios para lograr ventas” (AHC-FS, Caja 4, Docs. Nº 275 y 272). La advertencia se hizo realidad en noviembre, al participar Mecke una tendencia a la baja en las bolsas y pequeños retrocesos en las calidades medianas e inferiores. El calmado Mecke se vio obligado, entonces, a hablar de un “mercado flojo” (AHC-FS, Caja 4, Docs. Nº 273, 272, 268 y 266).

El mes de diciembre fue particularmente interesante en los Estados Unidos de Norteamérica. D. A. de Lima & Co. describió el pánico provocado en los mercados de interés para Coro-New York debido a los problemas limítrofes entre Venezuela e Inglaterra. Sobre un mercado que se deterioraba, impactó en forma fulminante y negativa la crisis financiera ocasionada por las amenazantes declaraciones del presidente norteamericano Grover Cleveland sobre los linderos de la Guayana Esequiba, el 17 de diciembre de 1895, remarcando la Doctrina Monroe y recordando a Inglaterra los derechos e intereses creados por Estados Unidos de Norteamérica con respecto a América Latina, resumidos en la frase que pretendía defender los intereses venezolanos:  considerar como agresión voluntaria a sus derechos e intereses la apropiación por Gran Bretaña de cualquier pedazo de tierra o el ejercicio de jurisdicción gubernativa sobre algún territorio que, una vez practicada la investigación, se haya determinado que pertenece a Venezuela” (Núñez, E., 1987: 123).  

            El 23 de diciembre de Lima comentaba: “El efecto inmediato de esas declaraciones ha sido el de liquidaciones en las Bolsas, caídas en los precios y suma estrechez en el mercado monetario en el cual los tipos de interés subieron repentinamente de 2% al 25% y hasta el 80%”. En sentido inverso, acciones y bonos caían; cinco casas quebraron en dos días. Alarmado  y, evidentemente, nada interesado en los derechos legales de Venezuela o Inglaterra, pero sí en el devenir de sus negocios, de Lima ironizó: “Estoy seguro que se ha perdido bastante dinero para haber podido comprar todo el terreno en cuestión y regalarlo a Venezuela. (...) La declaración del Presidente fue poco juiciosa, especialmente en momentos cuando ya había entrado la desconfianza aquí por razón de la posición poco favorable de las finanzas del país. No habrá guerra, pero sí mucha desconfianza y temor en todos los ramos del comercio, y por muchos meses” (AHC- FS, Caja 2, Docs. Nº 201 y 200).  

Y es que, aunado a la inestabilidad mundial del grano y aspectos coyunturales desestabilizadores, en aquellos momentos Estados Unidos de Norteamérica vivía una situación financiera poco estable, que no ayudaba a las operaciones comerciales. Eran recurrentes las cartas de D. A. de Lima & Co. mencionando posibles emisiones de bonos del Gobierno, constante fluctuación en los tipos de cambio de las letras, amenazas de guerra con Inglaterra y España. Todo ello abatía los mercados y les obligaba a vender rápidamente sacrificando ganancias (AHC-FS, Caja 2). 

Sobre este cuadro crítico, el café coriano sufre un descenso sustancial cuando, según los reportes de Mecke & Co., por vez primera rompe la barrera mínima de los 16 ¢ y se ubica, a la baja, entre los 15 y 16 ¢ por bulto. A diferencia del análisis de de Lima, Mecke no reparó en los conflictos de política exterior, y anunciaba un mercado navideño de flojo a tranquilo, con compradores más interesados en las clases superiores y medianas, y los cafés inferiores “sin mucha atención” (AHC-FS, Caja 4, Docs. Nº 263, 261 y 260).

El año 1896 inicia con precios bajos a nivel mundial. En Europa, enero no trajo la mejora esperada por Quesnel y Weil. Los precios estaban abatidos, bajo la influencia de ventajosas ofertas hechas por los brasileños. El café tipo Santos, que fijaba el precio máximo y era punto de referencia para cualquier otra clase de grano, tenía precios bajos, lo cual afectaba la venta de los restantes. Al respecto Weil comentaba: “Los compradores siguen mostrándose muy reservados, ya porque la cosecha del Brasil se presenta muy favorable y se temen por consiguiente bajas de alguna consideración, ya por los rumores políticos que circulan en casi todos los países europeos y que, aunque probablemente no tomarán un carácter serio, no dejan de influir desfavorablemente sobre todas las transacciones comerciales en general” (AHC-FS, Caja 6, Docs. Nº 253 y 255).  

Para  febrero la situación había adquirido tales visos de deterioro que el consejo de Weil para Senior fue vender el café en Coro, pues no podía dar cotizaciones fijas. Explicaba que había fuertes existencias y se esperaba una abundante cosecha de Brasil, lo cual le hacía temer mejoras de corta duración (AHC-FS, Caj 6, Docs. Nº 244, 245, 243, 240, 236 y 231). Bajo la misma óptica que S. Weil, Quesnel lo atribuía todo a los cafés de Brasil, de los cuales se esperaban futuros arribos de 8.750.000 sacos. Y todo hacía prever que las casas de Río y Santos harían nuevas concesiones para vender sus crecidas existencias. Las transacciones se paralizaban por la desconfianza en el futuro inmediato, según reportaba Quesnel (AHCFS, Caja 5, Docs. Nº 104 y 105).

El mercado norteamericano tuvo una reacción idéntica. De Lima anunciaba desde enero que no veía prospecto de mejora para el café y así sucedió. Los seis primeros meses del año 1896 transcurren, en la correspondencia de esta firma, con tendencia a la baja de precios, en medio de un mercado que se mostraba de quieto a muy quieto. Como en Europa, la demanda se centraba en los cafés de clases superiores y las ventas eran  pocas. De Lima comentaba en junio: “Las ofertas muy liberales del Brazil han hecho bajar los precios de ese café y no ha dejado de tener su influencia en las transacciones de cafés suaves” (AHC-FS, Caja 2, Docs. Nº 192, 187, 183, 181, 177, 175, 171, 170, 163, 160, 159, 144 y 140).

La correspondencia de Mecke & Co., intentaba ser menos pesimista, pero  caía en contradicciones al plasmar un mercado tranquilo en enero pero cuya “… posición general sufre algo por las grandes existencias mundiales”, con una situación mejorada y tendencia estable en precios para febrero; marzo con y abril con estadísticas favorables y un mayo tranquilo, firme para las calidades superiores, solicitadas pero escasas.  Mecke inducía a Senior a hacer envíos del grano; pero éste, quizás ante el acelerado descenso en los precios y siguiendo los consejos de Weil, respondió en marzo: “Sentimos no poder hacer envío alguno de frutos, pues preferimos vender aquí mismo nuestras existencias, dándonos así mejor resultado que exportándolo”. Y es que Mecke no podía disminuir, aun queriendo, el impacto de la crisis, que se filtraba en las frases de sus informes: “Café continúa influido por grandes existencias”, “Calidades medianas e inferiores se encuentran flojas y con tendencia a ceder”,  “… se teme que la cosecha nueva del Brasil vendrá en este año al mercado más temprano que lo acostumbrado”, “Las calidades inferiores  sólo pueden colocarse con concesiones en sus precios” (AHC-FS, Caja 4, Docs. Nº. 258, 255, 253, 251, 249, 244, 242, 240, 238, 235, 233, 228 y 224).  En el cierre  del primer semestre participó algunas ventas “… pero en general cediendo y sin vida en las clases inferiores”, reducido el interés -como era persistente- hacia las clases superiores y el café coriano siguiendo su marcado descenso (AHC-FS, Caja 10, Docs. Nº 483 y 480).

Como en Estados Unidos, Europa tuvo una leve mejora en precios y demanda entre marzo y abril. La mejora del mes de marzo fue calificada por Weil de “insignificante”, pero esperaba una estabilización de los precios hasta julio, pese a lo cual insistía en recomendar se vendiera el café en Coro (AHC-FS, Caja 6, Docs. Nº 244, 245, 243, 240, 231 y 236). En El Havre los cafés venezolanos, haitianos y brasileños eran ofrecidos a precios muy bajos. En general, había compradores reservados y almacenistas conciliadores, y Quesnel esperaba una reanudación en firme de los negocios a partir de la tercera semana de abril, de la cual debía resultar una mejora en los precios (AHC-FS, Caja 5, Docs. Nº 98 a 102).

Nada de lo pronosticado sucedió. Por el contrario, la baja se acentuó fuertemente entre mayo y septiembre. Los tenedores del grano persistían en hacer concesiones. En julio la palabra pánico emergió de las cartas de Quesnel: “La situación se agrava cada día. Pánico en todos los mercados por grandes arribos de Brasil y abstención de los consumidores. Los cafés disponibles bajan constantemente”. Toda tentativa de alza resultaba infructuosa ante las numerosas ofertas brasileñas. En opinión de Quesnel: “Una mejora no se producirá salvo que la cosecha brasileña no sea muy grande” (AHC-FS, Caja 11, Docs. Nº 78 y 75).   A medida que avanzaba el año y la crisis Weil se tornaba más exigente en sus criterios de selección. Probablemente para asegurar que las remesas fueran lo menos ordinarias posibles y tuvieran así mayor posibilidad de una venta rápida y al mejor precio, sugirió a Senior enviar sólo café de Barquisimeto o de la sierra, mas no de Carora porque “siempre salen malísimos”. Insistía en el envío de café serrano, de buena clase, azul y de grano grande (AHC-FS, Caja 6, Docs. Nº 226 y 219).

            Para mediados del año 1896 Weil comunicaba una nueva baja en los precios debido a la llegada de una gran cosecha brasileña, en junio el café seguía su descenso en medio de un mercado desanimado, sin cotizaciones fijas dada la incertidumbre de la situación. Weil describía el pánico de los vendedores en Hamburgo: “Los constantes viajeros de Caracas y Puerto Cabello vendiendo a todo trance y a precios baratos, …”. El mes de julio presentó una situación muy similar, con precios muy bajos.  Se esperaba una mejora en el curso del mes, cosa que no sucedió. El mercado se mantuvo flojo, los cafés ordinarios sin posibilidades de venta. En el caso particular del café coriano, las calidades regulares no tenían compradores y sus precios eran ruinosos (AHC-FS, Caja 6, Docs. Nº 206, 211 y 185). Weil describía el 30 de julio un mercado: “Como desde hace años ya no lo hemos visto”; precios en baja paulatina, compradores desanimados y sin esperanza de una mejora en la situación; cafés ordinarios “absolutamente invendibles”. Esto lo condujo a vender en el mes de agosto, temiendo una baja aún mayor, particularmente por lo que se refería a las clases ordinarias, con ventas calificadas como muy pesadas: “… antes estos cafés servían para reemplazar las calidades ordinarias de Brasil, cuando estas últimas estaban caras y escasas, hoy cuando los cafés ordinarios del Brasil abundan y se venden a precios sumamente bajos, nadie pide los de otras procedencias, a menos que se puedan conseguir a precios más bajos aún”. El resto del año continuó el deterioro, particularmente de los cafés ordinarios. Así, Weil reportaba que no se encontraban buenas ofertas para el café de Coro, por lo cual recomendaba no embarcar café malo a ningún precio, y ratificaba su exigencia que el grano debía ser “… superior, limpio y de buen color;…” (AHC-FS, Caja 6, Docs. Nº 183, 177, 166 y 167). 

            Las maniobras del mercado no se hicieron esperar, reportando Quesnel para octubre de 1896 una situación mejorada, atribuida a que los brasileños hicieron correr el rumor de que la cosecha sería pequeña por temperaturas poco favorables. El rumor estimuló la especulación, haciendo subir el precio del Santos hasta 5 y 6 francos. Las transacciones se activaron y los precios se mantuvieron (AHC-FS, Caja 11, Doc. Nº 74).  Quizás alentado por esta alza, Weil intentó en octubre maniobrar la desfavorable situación del mercado hamburgués enviando muestras del café de Senior a El Havre, en busca de una oferta aceptable, pero sin resultados. Siempre cauto, aconsejaba a la vez vender y no guardar el grano, pues no esperaba alza de precios durante 1897 (AHC-FS, Caja 6, Docs. Nº 162, 161, 160 y 158).

Fue pasajero el efecto de la maniobra en El Havre. En octubre aumentaron rápidamente las reservas por grandes arribos de Brasil. Nuevamente los deseos de vender y las concesiones. Las clases ordinarias fueron las primeras afectadas, al descender entre uno y dos francos. La posición del grano no mejoró con el fin de año, cuando se ubican los últimos reportes enviados por Quesnel (AHC-FS, Caja 11, Docs. Nº 72y 73). Weil notificó un cierre anual sin cambios en el mercado, con las clases ordinarias casi sin venta y  los cafés ordinarios de Coro a un precio de 45 y 47 francos por saco, el más bajo desde el inicio de la crisis. El consejo personal  de Weil para su sobrino Josías Senior -cabeza de la firma- fue: “… no extender  negocios en Coro, ganar bastante y retirarse a Curazao” (AHC-FS, Caja 6, Docs. Nº 183, 177, 167 y 166). 

            Retornando al mercado norteamericano, de Lima informaba que el país vivía una crisis monetaria, la cual se había acentuado en el segundo semestre, y estimaba que duraría aún unos tres o cuatro meses más. Las cotizaciones bajaban en un mercado que pasaba de quieto a flojo, reportándose sin ventas a mediados de agosto. A partir de septiembre -y a diferencia de los mercados europeos- se registra una mejora en el movimiento, no así en los precios, y octubre-noviembre mostraron un mercado firme y quieto, que se aflojó durante el último mes del año (AHC-FS, Caja 2, Docs. Nº 121, 120 y 119. Caja SN (II), Docs. Nº 149, 145, 143, 138, 134, 125 y 122). 

            Registrando la misma dinámica, los últimos informes de Mecke & Co. pueden dividirse en dos lapsos: el primero con mercado en retroceso continuo, demanda escasa y clases inferiores poco deseadas por los compradores. Una corta mejoría a la que siguió un retroceso por el aumento en las existencias mundiales, con más demanda que oferta en las clases superiores. A partir de septiembre, un mercado que mejora y se estabiliza en octubre, con buena demanda y precios firmes para las mejores calidades de los cafés suaves americanos, pero el café de Coro seguía su descenso. Noviembre a la expectativa por las elecciones presidenciales y un mercado que cierra tranquilo en diciembre (AHC-FS, Caja 10, Docs. Nº 479, 477, 476, 472, 470, 469, 468, 467, 466, 464, 462, 459, 456 y 451).

Desde Europa, y pese a todo, Weil esperaba el cese de la desanimación con el nuevo año, pero los precios continuaron estancados en 1897. Febrero no trajo mejores noticias: “El mercado para café de Coro clase ordinaria sólo se vende con sacrificios, hace tres meses tengo 500 sacos de Coro y al fin tengo que resolverme a vender a precios más que baratos, pero qué hacer, ni con el tiempo hay la menor esperanza de obtener razonable precio”; y volvía a aconsejar en marzo: “… no embarcar café por barato que sea, el resultado debe ser más que malo”. Él se disponía a: “… sacrificar 500 sacos para salir de ellos pues hay una pérdida enorme” (AHC-FS, Caja 6, Docs. Nº 110 y 102). La aprehensión de Weil seguramente tenía su asidero en el predominio de las clases ordinarias entre los cafés de la región coriana, que no levantaban cabeza en forma alguna. En junio insistió: “... los ordinarios no encuentran compradores ni a precios baratísimos, y: Café sigue de mal a peor, grandes entradas constantemente, los finos muy superiores encuentran compradores, ordinarios de Coro a Caracas, de donde fuera, son invendibles” (AHC-FS, Caja 17, Docs. Nº 520 y 518).

La angustia por aquel descenso interminable adquirió ribetes explosivos en las cartas de mediados de 1897: “Café sigue lo mismo, mal! mal!, ¿Dónde vamos a parar por fin con esta baja?”.  El desánimo se apoderaba a veces de las cartas: “… y uno queda triste pensando en el porvenir de los negocios, siendo el café la fuente de los negocios” (AHC-FS, Caja 17, Docs. Nº 537, 526 y 515).  En julio el mercado del café hamburgués estaba paralizado. Los ordinarios de Coro alcanzaron para entonces precios mínimos de 28 y máximo de 36 francos, cuando en abril de 1896 se cotizaban a 64 francos.  Como un eco, Weil repetía en julio de 1897 su frase de octubre de 1896: “… creo muy difícil que en este año o el otro habrá subida”. El segundo semestre de 1897 mostró un mercado flojo, sin variaciones y con precios a la baja, haciendo a Weil escribir en octubre, casi como una orden, esta recomendación: “... recibir en pago lo que entreguen, y venderlo ya, si es posible el mismo día, pero no embarcar a ninguna parte” (AHC-FS, Caja 17, Docs. Nº 509 y 482). Sus últimos informes ubicados, fechados septiembre y octubre de 1897, hablan  de un mercado muy flojo, con precios  en descenso constante.

En los Estados Unidos de Norteamérica, la tendencia a aflojarse -ya reportada en el mes de diciembre por de Lima- continuó en enero y febrero de 1897. Según de Lima, los compradores sólo adquirían “… lo estrictamente indispensable para llenar sus necesidades inmediatas”. El primer semestre fue desanimado, y esa dinámica se conservó prácticamente durante todo el año. Por su parte, Senior describía a sus relacionados en Nueva York el panorama mercantil como “desastroso”, con transacciones reducidas y gran baja del café. Los informes de de Lima para el segundo semestre perdieron expresividad y detalles. Son ahora como letanías, frases cortas, contundentes, y tan abatidas como el mercado mismo: julio “Café sigue flojo”, agosto “Café muy flojo, sin variación alguna”, septiembre “Café sigue muy flojo”, octubre “muy quieto”, noviembre “sigue desanimado”, diciembre “en el mismo estado” (AHC-FS: Caja SN (II), Doc. Nº 122 y 28. Caja 22, Docs. Nº 22, 153, 143, 22, 16 y 3).

            1898 cierra el ciclo de estos reportes de casas internacionales. Se han ubicado sólo seis informes, provenientes de D. A. de Lima & Co, sin registrar variaciones importantes con respecto al año anterior. Enero, febrero, mayo y junio son calificados como “encalmados”, un marzo “desanimado” y un abril “un tanto firme  pero quieto” (AHC-FS, Caja 22, Docs. Nº 122, 119, 108, 95, 82 y 74).      

4.2 El breve negocio con café coriano de Boulton & Co.

            En abril de 1896 se inician las operaciones de exportación de café de Boulton & Co. (Puerto Cabello) desde la región coriana. Poco tiempo llevaba el negocio cuando se iniciaron los problemas. Eran pocas las órdenes llegadas del exterior, los exportadores no compraban y el mercado se mostraba “sumamente flojo”. Esto causó la contracción del mercado local, con baja en los precios. Al estar particularmente afectadas las clases inferiores del grano, Boulton esperaba las cotizaciones internacionales antes de ordenar a Senior nuevas compras; pero igualmente Senior se abstenía de hacerlo, ya que los precios de Boulton estaban por debajo de los de la plaza. Ante las desalentadoras noticias sobre el grano, Boulton insistió terminando abril: había que comprar más barato (AHC-FS, Caja 2, Docs. Nº 61, 53, 52, 48 y 41).

Arrastrado por la crisis mundial, Boulton comentaba en mayo cómo se acentuaba la baja en los mercados consumidores, y reducía constantemente sus precios de compra, aconsejando a Senior prudencia una y otra vez. Los arribos fuertes del grano brasileño obligaron a un nuevo descenso a finales de mayo, pero con algo de confianza, esperaban que los tenedores de café se conformaran gradualmente a las nuevas circunstancias (AHC-FS, Caja 2, Docs. Nº 30, 29, 15, 5 y 4).

              Luego de sucesivos descensos en los precios, ordenó a Senior en julio de 1896 suspender las compras de café en Coro: “dada la situación crítica de los mercados del exterior”.

 A finales de julio Boulton reseñó: “La tendencia en los mercados consumidores está floja y a la baja desde hace dos meses. Las calidades defectuosas no tienen salida”.  El deterioro de los precios y  la situación crítica de los mercados del exterior indujeron a Boulton a suspender las compras de café en Coro, pidiendo a Senior remitir el saldo de la cuenta a ellos o a Boulton, Bliss & Dallet de New York (AHC-FS, Caja 2, Docs. Nº 368, 369, 367 y 361). La decisión se ratificó el 11 de agosto, cuando se aprobó una venta de café a Curazao y se autorizó a Senior a vender el resto del café en depósito “como mejor parezca” (AHC-FS, Caja 2, Docs. Nº 356 y 353).

A partir del mismo mes, Boulton & Co. orientó su interés a la exportación de pieles de chivo, utilizando las mismas rutas, el mismo destino final y la misma región como área de compras. I. A. Senior e hijo continuó como su agente intermediario. A finales de agosto, Boulton  autorizó a Senior a hacer un ensayo con compras de cueros de chivo, fijó precio límite y enfatizó sobre la calidad de las pieles, al tiempo que ratificó la suspensión de las compras de café (AHC- FS, Caja 2, Doc. Nº 346).    

4.3 El productor: “Lo he perdido todo menos el honor”

Exactamente al año de iniciarse la crisis, comienzan los primeros síntomas de malestar entre los productores. A la crisis ya expuesta se le sumó en la región coriana un estado climatológico adverso a mediados de 1896. Lo reportes de lluvias, con caminos intransitables y pérdidas de frutos, se ubican en un extenso radio, que incluye por el norte la península de Paraguaná, llegando hasta Curazao, y por el Sur hasta Carora (AHC-FS, Cajas 3, 4, 5).

Desde el primer semestre de 1896, los suplidores de café dan síntomas de agotamiento. En la correspondencia se alegan dificultades para pagar deudas y recoger café. Los intermediarios, a la espera de  un grano que no llegaba, bien por haberse perdido la cosecha o por no poderse recolectar o procesar debido al mal tiempo, se resienten ante Senior. “Todo les ha sido adverso este año a los cafeticultores”, escribía John Kock -productor intermediario- desde Churuguara en mayo de 1896, y esperaba que sus deudores le pagaran para poder cumplir con Senior. “… intensas lluvias han impedido pilar café para enviarlo y abonar a su cuenta”, participaba Ramón A. Rivero en abril, desde Piedra Grande. Era el preludio de la masiva correspondencia que comenzaría a llegar bajo los mismos términos (AHC-FS, Caja 3, Docs. Nº 363 y 365. Caja 5, Doc. Nº 164). “Es mucho el trabajo y la pérdida que ocasiona este grano”, comentaba el mismo Rivero en julio de 1896 (AHC-FS, Caja 11, Doc. Nº 231).


Si el café estaba afectado por una crisis mundial, los otros productos que permitían al productor-intermediario maniobrar sus circunstancias económicas también se vieron afectados.  Los cueros de chivo –reportados en el mercado norteamericano con una situación inestable en 1896- (AHC-FS, Caja 4, Doc. Nº 246); el dividive, que sufrió durante 1896 bajas reportadas por Weil, en medio de un mercado saturado de calidades inferiores y con fuerte competencia por arribos de Curazao y México (AHC-FS, Caja 6, Doc. Nº 110); y el maíz, producto de venta local hasta donde se ha documentado, también sufrió una baja súbita en 1896, con afectación de los pequeños productores que, utilizando el mismo sistema del café, comprometían su producto con Senior (AHC-FS, Caja 4, Doc. Nº 33. Caja 5, Docs. Nº 59, 120 y 121. Caja 6, Doc. Nº 76). El desgaste prosiguió durante 1897. Los relacionados de Senior reportaban depresión en los negocios, baja de precios en frutos menores y café, cueros casi agotados, y la reducción de operaciones mercantiles.

            A los problemas climatológicos y del mercado se aunó el clima político interno, inestable y distorsionador de la dinámica comercial. Los conflictos políticos desatados en 1898   generaron una gruesa correspondencia llegada de todos los puntos influenciados por Senior, suscrita por productores exhaustos.  En 1899 la Revolución libertadora vino a complicar aún más las cosas. Nuevas insolvencias, nuevos ofrecimientos de pagos con propiedades, solicitudes de ampliación de plazos, condonación de deudas…  José F. Perera, desde Siquisique, atribuía su insolvencia  “... a la baja ruinosa del café, a la mala situación de los negocios y sobre todo a lo mal correspondido que he sido de mis numerosos deudores de Parupano” (AHC-FS, Caja 32, Doc. Nº 15).  Desde el mismo lugar, Anselmo Alcalá Núñez  se excusaba:  “… por lo pronto no podré darles nada en el primer plazo” (AHC-FS, Caja SN (IX), Doc. Nº 215). El mismo Alcalá Núñez escribiría un año después: “Todo lo he perdido menos el honor”, al tiempo que explicaba que la baja del café y las revueltas políticas le habían arrebatado todo. Él  mismo proponía: “... no puedo pagar sino con las haciendas, y así esas hipotecadas a Uds. están a su disposición” (AHC-FS, Caja 36, Docs. Nº 2 y 3. Caja 7, Docs. Nº 1, 5 y 12). 

            El agro coriano empobreció, sus productores se endeudaron, los niveles de producción y de reinversión se afectaron  negativamente y se consolidaron los aspectos regresivos de esta área: sujeción al gran exportador local, atraso tecnológico y poca diversificación productiva.        


4.4 I. A. Senior e hijo: “No nos agrada la situación del grano y su indeciso porvenir”

Senior inicia varios movimientos tendentes a proteger sus operaciones comerciales y salvaguardar su proceso de acumulación de capital. Movimientos rápidos y precisos que comienzan en el año 1895.

La Casa Senior contrajo la expansión de sus créditos, mostrándose muy selectiva para aceptarlos. Evadía la apertura de nuevas relaciones comerciales, conservando  sólo aquéllas ya conocidas por él, de su total confianza.  En 1900, llegó al punto de hacer reducción de sueldo a sus empleados (AHC-FS, Caja 30, Doc. Nº 56).  Al avanzar la crisis y decaer las operaciones con café, Senior estimuló la exportación de cueros de chivo, bien como comisionista o exportador directo.

             Probablemente siguiendo los consejos de David A. Senior, familiar residente en Curazao y una especie de consejero comercial que no se cansaba de repetir en su abundante correspondencia: “recojan el dinero que hay en la calle”, la Casa Senior procedió, en 1896, a enviar a Alberto Henríquez, cuñado de Josías y asociado a éste en la firma Senior Hermanos -con intereses en el ramo industrial- a un extenso periplo que lo llevó por toda la región, buscando recoger parte del dinero adeudado e informar sobre el estado general de los clientes y de las zonas que iba recorriendo.

              La tendencia en Senior fue diversificar aún más sus intereses. En 1896, a través de su sucursal Senior Hermanos, se moviliza para montar una pequeña fábrica de zapatos –ya producía suela y en 1893 había adquirido un pequeño complejo industrial propiedad de otro empresario sefardita: Manasés Capriles Ricardo-. En octubre de 1897 participó su asociación bajo la razón social Senior y Brigé, con asiento en La Vela de Coro. La firma se dedicaría al ramo de comisiones y consignaciones en general (AHC-FS, Caja SN (I), Doc. Nº 7).  Interviene como socio capitalista en la Sociedad de Economías y Préstamos, creada en 1896 con un capital inicial de 225.000 Bs. Y fuerte participación de comerciantes curazoleños como accionistas; siendo su primer presidente y repitiendo para un segundo período Josías L. Senior (AHC-FS, Caja SN (II), Doc. Nº 29).

            Finalmente, la firma recibió el apoyo de proveedores, que la apoyaron en diversas formas: precios atractivos y ofertas, facilidades para créditos y giros, etc.; todo ello  tendente a auxiliarla en tiempos difíciles (AHCFS, Caja 30, Doc. Nº 269. Caja 30, Doc. Nº 150).  


Conclusiones

            El abordaje de la crisis del café en el caso Senior-región coriana, permite descartar postulados apriorísticos engarzados en la historiografía sobre Falcón y su relación con Curazao. Contrabando, aislamiento, pobreza de ricos y pobres, ausencia de un comercio formal estable, entre otros, son elementos con cuotas de verdad que han sufrido distorsiones propias de la historia oficial.

            El comportamiento de I. A. Senior e hijo permite advertir una región económica claramente perfilada, con diversificación de inversiones, sometimiento del mercado al comercio formal, férreo control del área de influencia y una estricta administración que permitieron a la razón social I. A. Senior e hijo proseguir su ritmo de acumulación por encima de las diversas coyunturas de la crisis del café.

            A diferencia de la zona andina, donde puede afirmarse que la economía del café logró la incorporación de la región al mercado mundial (Ardao A., 1984: 251); la región coriana logró una incorporación múltiple, soportada en productos de diversos nichos ecológicos que fueron dominados por los comerciantes residentes en Coro, como el caso que ocupa a este trabajo. Incorporación que tiene las sempiternas características de favorecer a un muy pequeño grupo.

            Una producción y comercialización variada permitió a una región ecológicamente rica darse un soporte económico que le hizo posible enfrentar los avatares de los mercados mundiales y sus mismas circunstancias internas.

            La crisis del café no alteró la correlación de fuerzas económicas ni sociales en la región coriana. Sí profundizó las diferencias entre los grupos implicados en el circuito comercial y productivo: como tendencia, los productores e intermediarios incrementaron su debilidad y lo compradores-exportadores salieron indemnes de la crisis. A lo largo de cinco años la Casa Senior penetró el sector financiero con éxito, sus miembros arraigaron en la sociedad coriana, adquirieron propiedades de antiguas familias y participaron en diversas instituciones y actividades de la vida cultural y social del momento; afrontaron el peor momento por venir –el bloqueo de comienzos de siglo- tomando previsiones de importancia, como la fusión de capitales que se gestó en 1900.

            Esa capacidad para maniobrar y prever le permitió a esta razón social extenderse décadas después al estado Lara, en la medida que  Barquisimeto se reveló más activa económicamente, y conservarse activa en Coro hasta la década de 1960. Hoy, sus descendientes se ubican aún en posiciones de decisiva importancia para la marcha económica de la región.


FUENTES BIBLIOGRÁFICAS

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AIZENBERG, I. (1983). La Comunidad Judía de Coro (1824-1900). Caracas, Biblioteca de Temas y Autores Falconianos.

ARDAO, A. (1984). El Café y las Ciudades en los Andes Venezolanos (1870-1930). Caracas, Academia Nacional de la Historia.

CARTAY, R. (1988). Historia Económica de Venezuela. Caracas, Vadell Hermanos.

CARVALLO, G., HERNÁNDEZ, J. (1984). Temas de la Venezuela Agroexportadora. Caracas, Fondo Editorial Tropykos.

D´ASCOLI, C. (1980). Del Mito del Dorado a la Economía del Café. Caracas, Monte Ávila.

DE LIMA, B. (1996). The Coro and La Vela Railroad and Improvement Company (1897-1938). Coro, UNEFM.

NÚÑEZ, E. B. (1987). Tres Momentos en la Controversia de Límites de Guayana. Caracas, Monte Ávila.

VELÁSQUEZ, R. J. (1991). «La política» en Elías Pino Iturrieta (compilador), Cipriano Castro y su Época. Caracas, Monte Ávila.

VELOZ, R. (1945). Economía y Finanzas desde 1830 hasta 1944. Caracas, s/d.

FUENTES DOCUMENTALES

Archivo Histórico de Coro-Fondo Senior. Cajas Nº 2, 3, 4, 5, 6, 7, 10, 11, 17, 22, 30, 32, 33, 36, 103, SN (I), SN (II), SN (IX).